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Un viejo panadero se ve obligado a pasar de contrabando una barra de pan gigante llena de droga para salvar la vida de su hijo.
El comandante James Reece quiere venganza, mientras investiga las misteriosas fuerzas que hay tras la muerte de todo su pelotón. Ya lejos de la estructura jerárquica del ejército, Reece aplica las lecciones que aprendió durante casi dos décadas de guerra para cazar a los responsables....La lista terminalCritica: 'La lista final' es la clásica historia de "unos malparidos" que cometieron el grave error de meterse con el tipo equivocado. Un hombre experimentado en el arte de matar que al igual que le ocurría a Denzel Washington en 'El fuego de la venganza', se siente obligado por las circunstancias a pintar su obra maestra. Le pueden llamar John Creasy como le pueden llamar John Wick. Puede ser Charles Bronson como puede ser Bruce Willis o Liam Neeson.Pocos se resisten a interpretar a uno de estos "vengadores" que se toman la justicia por su mano, como en este caso un Chris Pratt sin muchas ganas de contar chistes. Su James Reece es uno de esos personajes que alimentan la ilusión por un Celebrity Deathmatch en el que se enfrentase con no sé, Frank Castle por ejemplo. El sueño húmedo de todo macho al que le gustaría ser el más chulo del barrio e imponer su ley sin que nadie pueda con él.Y así a lo largo de ocho episodios de una hora de duración, el primero de ellos, el que establece el tono y el estilo dirigido por Antoine Fuqua, director que ha hecho carrera aportando templada dignidad a este tipo de historias. Como a las dos entregas de 'The Equalizer' de las que 'La lista final' bien podría ser un reflejo al no ser, exactamente, una producción de acción como tampoco lo eran aquellas. No al menos así, sin más como lo podría ser 'Shooter: El tirador'.En 'La lista final' la violencia es seca y sus escenas de acción, dispersas por todo el metraje, son cortas pero efectivas. Quirúrgicas. Predomina la maceración del drama filtrado a través de unas balas que no quieren que se sienten vacías o gratuitas. Aunque lo puedan ser, dentro de una historia que a grandes rasgos no se aleja de lo habitual de este tipo de relatos, por más que este contada con tan buen nervio como para poder hacernos los sorprendidos.... La lista terminal
Un tenaz policía intenta descubrir al culpable de una serie de asesinatos en un pueblo tailandés. Earl, un expatriado británico, se convierte en su principal sospechoso.....¿Asesinato? ¿Qué asesinato?Critica; que nos engulle como un torbellino y nos escupe despojos hediondos a cada fotograma; una escenografía espeluznante que desdeña lo efímero y encumbra lo sintético y alambicado. Es decir, en cuanto al universo visual nos hallamos ante una propuesta insólita, apabullante y portentosa, llena de matices y aciertos.Sin embargo, las flaquezas y deficiencias acaban por erigirse en las grandes protagonistas de la función. Un metraje tan desmesurado como innecesario (sobra casi toda una hora), alargando las escenas hasta la inanición y la abulia; una historia tan poco carismática y tan porfiadamente vaporosa que hacedesfallecer el ánimo y obliga a esperar a que la próxima escena rescate del tedio al espectador y haga avanzar la trama hacia algún lugar digno de interés, cayendo siempre en subrayados innecesarios y en tópicos previsibles, ahogando toda ambigüedad y anulando cualquier estímulo. La calma y el reposo casan mal con una supuesta cinta de acción, por muy ensimismada y reflexiva que pretenda ser. Y las cavilaciones sobre la vida, la muerte, los milagros de la existencia y la magia de la procreación resultan tan patosas como primitivas, tan superficiales como chirriantes.Hay algunas escenas aisladas que descuellan y deslumbran, dignas de perdurar en la memoria cinéfila (como, entro otras, ese baile erótico que sobrepone a dos personajes en abigarrado aquelarre de lo imposible o ese ‘nacimiento’ brusco y sin remilgos de una replicante abocada a su exterminio), pero son momentos inconexos y solitarios, que impresionan por su esplendor y singularidad, pero desentonan por carecer de engarce y coherencia..... ¿Asesinato? ¿Qué asesinato?
Ramona acaba de llegar a vivir a Madrid con su novio, Nico, y quiere empezar de cero: quiere ser actriz, quiere ser madre, quiere vivir en Lavapiés. Pero no consigue castings, no tiene trabajo estable y en su edificio hay dos pisos okupas que venden droga y la tienen aterrada.....RamonaCriticA: Pongamos que hablo de Madrid. Una ciudad en blanco y negro, un barrio castizo, tres personajes solamente. Con esos mimbres, cargada de ilusión, Andrea Bagney ha conseguido sacar adelante su primera película, y el resultado no puede ser mejor. Porque lo mejor de todo es su desparpajo, su clara pertenencia a los márgenes de la industria. Eso se nota, en ese rodaje en 16 mm., mostrando desde el mismo comienzo, cuando los créditos iniciales, ese Madrid que todos amamos, los que no somos de Madrid. Porque Madrid es una de las ciudades más hermosas que conozco, y sin embargo, no soy de Madrid. Durante un tiempo, me moví por sus calles como se mueve Ramona, que ha llegado del extranjero y quiere empezar de cero, quiere decir, de nuevo (como si esto fuera posible). A sus treintaytantos, quiere lo que mucha gente millennial: la posibilidad de una vivienda, un trabajo estable, un hijo antes de que sea demasiado tarde, fumar mucho, estar siempre delgada.... Pero Ramona está algo perdida, en ese lugar un poco caótico, en donde nadie conoce a nadie, en donde todas las historias son posibles.Narrada como si fuese una novela anticuada, hay en ella ecos de comedia de altura, aunque en realidad sea sólo un ensayo, de la verdadera película que está por venir. Ramona, Nico, Bruno. Una mujer, dos hombres, la vieja historia. ¿Qué hay de nuevo, viejo? Pues que estamos en un bar, luego en un banco, más tarde quién lo sabe. Los diálogos son frescos, porque es la vida misma. Igual que ocurría en Antes del atardecer, la película que ella evoca en cierto momento, en donde no se sabe cuándo termina la película y cuándo empieza la vida. ¿Y si la vida no fuera otra cosa que una sucesión de películas, las películas de mi vida? Un día encuentro al hombre de mis sueños, y todo cambia. Porque ese hombre es el príncipe que estaba esperando. Un día mi príncipe vendrá. La princesa es ella, Russian Red. ¿O hay que llamarla Ramona?... Ramona
El abuelo ha dejado de hablar, pero nadie de la extensa familia Solé sabe la razón. Como cada verano, en Alcarràs, una pequeña localidad rural de Cataluña, la familia cultiva una gran extensión de melocotoneros.....AlcarràsCritica: Hemos visto la imagen centenares de veces. Agricultores lanzando toneladas de fruta ante grandes cadenas de distribución para denunciar que pierden dinero con las cantidades ridículas que reciben a cambio de su esfuerzo. 15 céntimos por quilo. Parece mentira que sigan existiendo supervivientes que aún no lancen la toalla. Detrás de esos tractores y de toda esa fruta vertida existen familias que llevan generaciones viviendo del campo, personas que asisten atónitas a las contradicciones del progreso. Y sobre ellas ha querido centrar su segunda película Clara Simón, tras aquella Verano 1993 que también rezumaba nostalgia por los cuatro costados.La denuncia de un sector que se asfixia por las fauces del capitalismo salvaje se consigue precisamente poniéndole rostro a los damnificados. Y no cualquier rostro. El gran acierto de Alcarràs ha sido contar con un plantel de actores no profesionales que parecen justo lo contrario. Porque por mucho que un intérprete del método trate de sumergirse en el mundo rural, al final hay que saber recoger melocotones, matar plagas de conejos, preparar caracoles a la brasa o cortar la fruta para mermelada. Y no solo eso. Los lazos que se establecen en una familia dedicada por completo al cultivo o en una pequeña comunidad con el mismo modo de vida solo logran transmitirlos quiénes los llevan estrechando desde pequeños.De ahí los destellos de autenticidad de una película con la que resulta prácticamente imposible no sentirse identificado. Porque más allá del trasfondo social, el mérito de la propuesta de Simón recae nuevamente en los lazos familiares, en esa recreación cotidiana de tres generaciones. Las cabañas con contraseña que construyen la pequeña Iris y sus primos conviven con las coreografías electrolatinas de su hermana adolescente y las conversaciones sobre las diferentes maneras de cocinar un fricandó de las abuelas. Todos conviviendo bajo un mismo techo con diferentes actitudes ante el inminente cambio que supondrá la venta de sus tierras a una empresa de placas fotovoltaicas.... Alcarràs
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