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Verano de 1976. Bea (Alicia Falcó) tiene 16 años y se suma a los aires de cambio que recorren el país; colabora con un grupo de mujeres para visibilizar la causa feminista y lograr la aprobación del derecho al aborto. La rebeldía que siente en la sangre se mezclará con un sentimiento inesperado que trastocará su mundo interior. A lo largo de estos meses, Bea entablará una amistad muy especial con Miren (Elena Tarrats), una chica algo mayor que ella y de buena familia. Su compromiso político y su relación con Miren convertirán ese verano en una etapa que marcará un antes y un después en su vida. Las buenas compañíasCritica: El contenido con el que Munt desarrolla su nueva película es potente. No hay muchos contenidos audiovisuales que traten la llegada de la democracia desde un punto de vista feminista. Sin embargo, podría haberse trabajado de una forma más loable.Por un lado, el enclave geográfico vasco podría ayudar mucho a dar una estética tanto paisajística como industrial. Desgraciadamente, la localización está desaprovechada. Se exceptúan algunos momentos en el desenlace u otras escenas específicas. La película fue rodada en la provincia de Guipuzkoa, pero la sensación es que podría haberse escogido como set cualquier otra región de la península. La ambientación resulta indiferente al espectador y no aporta ningún elemento identitario.Como intérprete revelación en un gran proyecto, Falcó ejecuta un trabajo digno. Poseía una segunda labor aún más difícil, que es transmitir los sentimientos de una chica en plena juventud con ganas de cambiar la opresora sociedad en la que vive.. Sin embargo, el problema con su figura proviene del propio guion. Las oportunidades que podría otorgar un correcto desarrollo de su carácter eran múltiples, pero nunca llegan a salir a flote. Hay un constante sentimiento de quiero y no puedo. Algo trascendental parece que le va a suceder que ayudará a proporcionar una nueva perspectiva a la sinopsis. Tristemente no llega a acontecer. Las buenas compañíasDe cualquier forma, peor salida tiene su compañera de escena, Tarrats. No se comprende su propósito en el conflicto de la cinta. Por desgracia, aporta mucha más confusión que certeza. Tiene una situación vital muy turbia, pero no se razona el porqué de su actitud. Sin duda alguna, la interpretación más reseñable es la de Nagore Cenizo en la piel de Asun. Muestra su faceta de insumisa frente a todos de la forma más real posible.La obra tiene un desarrollo correcto, pero peca de ser excesivamente plano. La idea inicial era buena, pero por como está planificada, da para un mediometraje. Los últimos 20 minutos, donde eclosiona el drama principal, son insulsos e, incluso, innecesarios. Para más inri, se añade un argumento pseudoamoroso que ni siente ni padece ni consigue emocionar a los que están delante de la pantalla.Se nota que Las buenas compañías tiene unas loables intenciones. De hecho, se puede apreciar que está amasada con un cariño especial. Lamentablemente, no alcanza a poder considerarse un trabajo memorable. Todos los elementos estaban sobre la mesa y se ejecutan correctamente. Falta un potenciador para que obrasen sobresalientemente. Las buenas compañías
Harper (Anjini Taneja Azhar) es una recién llegada al instituto que ya tiene un buen grupo de amigos y unos padres adoptivos que la quieren. Empieza una relación amorosa con Tilly (Quinn Liebling), un buen amigo de su hermano Adam (Alex Jarmon). Las leyes no escritas de las relaciones entre adolescentes resultan algo complejas para Harper, algo que se complica por culpa de los rumores, que siempre encuentran la forma de llegar a sus oídos...Corazones jóvenesCritica: Entre lo positivo está la puesta en escena que recrea, prolonga y amplía la arrebatadora estética primigenia: esa llovizna casi constante, esa ausencia de horizonte, claridad y sol, ese opresivo presente de pesadilla que parece abocarnos al abismo, esa mezcolanza entre replicantes y humanos que vuelve confuso lo cotidiano y nos hace desconfiar tanto de lo que vemos como de lo que sentimos; una fotografía innovadora y sugerente, llena de claroscuros y contrastes, que nos engulle como un torbellino y nos escupe despojos hediondos a cada fotograma; una escenografía espeluznante que desdeña lo efímero y encumbra lo sintético y alambicado. Es decir, en cuanto al universo visual nos hallamos ante una propuesta insólita, apabullante y portentosa, llena de matices y aciertos.Sin embargo, las flaquezas y deficiencias acaban por erigirse en las grandes protagonistas de la función. Un metraje tan desmesurado como innecesario (sobra casi toda una hora), alargando las escenas hasta la inanición y la abulia; una historia tan poco carismática y tan porfiadamente vaporosa que hacedesfallecer el ánimo y obliga a esperar a que la próxima escena rescate del tedio al espectador y haga avanzar la trama hacia algún lugar digno de interés, cayendo siempre en subrayados innecesarios y en tópicos previsibles, ahogando toda ambigüedad y anulando cualquier estímulo. La calma y el reposo casan mal con una supuesta cinta de acción, por muy ensimismada y reflexiva que pretenda ser. Y las cavilaciones sobre la vida, la muerte, los milagros de la existencia y la magia de la procreación resultan tan patosas como primitivas, tan superficiales como chirriantes.Hay algunas escenas aisladas que descuellan y deslumbran, dignas de perdurar en la memoria cinéfila (como, entro otras, ese baile erótico que sobrepone a dos personajes en abigarrado aquelarre de lo imposible o ese ‘nacimiento’ brusco y sin remilgos de una replicante abocada a su exterminio), pero son momentos inconexos y solitarios, que impresionan por su esplendor y singularidad, pero desentonan por carecer de engarce y coherencia.....Corazones jóvenes
El joven y solitario Clarence (Christian Slater) celebra su cumpleaños como de costumbre, viendo películas de kung-fu en un destartalado cine de Detroit. Estando en la sala conoce a Alabama (Patricia Arquette), una rubia explosiva con la que tiene una noche de pasión. Ella, en realidad, es una prostituta pagada por el mejor amigo de Clarence como regalo de cumpleaños. A pesar de ello, Clarence decide alejarla de la prostitución, pero tendrá que enfrentarse con su chulo (Gary Oldman) cuando va a recoger las pertenencias de Alabama.
Viola Johnson está en un verdadero aprieto. Las complicaciones amenazan su plan para hacerse pasar por su hermano gemelo, Sebastian, y tomar su lugar en un nuevo internado. Se enamora de su apuesto compañero de cuarto, Duke, que adora a la bella Olivia, que se ha enamorado de Sebastian. Como si eso no fuera suficiente, el gemelo de Viola regresa de Londres antes de lo previsto, pero no tiene idea de que su hermana ya lo ha reemplazado en el campus.
Presa del pánico, una chica viaja a México con sus amigas, que la acompañan a regañadientes, para embarcarse en una extraña misión: borrar un email lleno de barbaridades que le envió a su nuevo novio.
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