Remake norteamericano del gran éxito del cine francés "Intocable" (2011), que aborda la relación que se desarrolla entre un parapléjico y un desempleado con antecedentes criminales que es contratado como asistente personal para ayudarle en el día a día.....Amigos por siempreCritica: Sin estreno en cine, ha pasado directamente a la plataforma Amazon y dvd debido a su escaso interés. Nos encontramos con este nuevo remake de "Intocable" la película francesa de Olivier Nakache y Eric Toledano, tras otro remake argentino en 2016 de la misma cinta titulada "Inseparables". Supongo que esta tradición que tienen los americanos de copiar películas exitosas en otros idiomas es por la negativa de ver películas en USA subtituladas ya que el doblaje allí no existe. El comienzo es el mismo, y el desarrollo es igual, pero se han tomado ciertas libertades de cambiar un poco el final. Eso sí manteniendo de la original los momentos más divertidos. El trío protagonista Bryan Cranston, Kevin Hart y Nicole Kidman cumplen perfectamente con sus personajes sin olvidarnos de dos secundarias de lujo como son Julianna Margulies y la iraní Golshifteh Farahani. Gracias a los actores la película se mantiene a flote durante todo el metraje. Ya que el tema racial está más presente en Estados Unidos y al igual que en "Paseando a Miss Daisy" aquí se nos presenta al blanco gruñón y poderosos ante un negro de los suburbios que necesita de sus servicios, algo que chocara fuertemente en sus caracteres pero que curiosamente al final todo encaja a la perfección. Quienes hemos visto la película original no nos sorprenderá en absoluto. Destino ....Amigos por siempre
Thriller psicológico que se divide a lo largo de tres veranos de la década de los 90 -de 1993 a 1995-, después de que una popular adolescente desaparezca. Jeanette, una chica que, en principio, no tiene ninguna relación con ella, pasa de ser tímida e introvertida a ser la más popular de la ciudad. Sin embargo, en 1995 es la persona más odiada de América... Cruel SummerCritica: Drama adolescente que se desarrolla en los veranos de 1993, 1994 y 1995.Tiene un comienzo realmente adictivo centrado en el despertar de Jeanette el día de su cumpleaños. En el año 1993 recibe el cariño de su familia y podemos ver a una joven alegre, pero tímida, que quiere destacar en la sociedad. En el año 1994 se ha transformado en una chica atractiva que le ha birlado el novio a la más guapa del colegio, y en 1995 se levanta sumida en la depresión, pendiente de un juicio y señalada por todo el mundo como una malvada.Está de moda el flashback. Es muy frecuente que la narración se sirva en cachitos que se han barajado previamente. Por lo menos en esta serie es un buen mecanismo para dosificar el misterio y no se juega al despiste con el espectador. Gracias al aspecto de las protagonistas, muy diferentes en cada verano, nos podemos situar rápidamente. No solo es la apariencia, también juega un papel importante la fotografía, luminosa en el año 1993 frente a los tonos oscuros del año 1995.La continuación mantiene el mismo esquema y conserva su poder de adicción. Poco a poco se van desvelando las claves de un misterio bien construido en torno a un secuestro y las extrañas circunstancias que surgieron en torno a él.No es la típica película de adolescentes caracterizada por el comportamiento absurdo, diálogos de vergüenza ajena y una escena de sexo cada 5 minutos. “Cruel Summer” se centra en su oscura historia de maldades y mentiras, y es de agradecer.Olivia Holt, en el papel de la bella y rica Kate Wallis y Chiara Aurelia, como la camaleónica Jeanette Turner, han..... Cruel Summer
Los ocho entrañables hermanos de la familia Bridgerton buscan el amor y la felicidad en la alta sociedad londinense.
Dos bailarines que se enamoran cuando son elegidos como co-protagonistas de una producción importante El Rey de todo el mundoCritica: Es todo un símbolo de integridad artística y convencimiento personal que algunos creadores cinematográficos mantengan intactas sus obsesiones temáticas y registros léxicos por mucho que el mundo a su alrededor cambie, manteniéndose imperturbables ante tendencias u oportunismos. Autores tan fieles a sí mismos que las fases crepusculares de sus respectivos cuerpos fílmicos quedan impregnadas de un aura anacrónica tan irrepetible como tierna. Tal es el caso de la trayectoria de un maestro del cine español, que estrena un nuevo capítulo en una obra fílmica de marcada naturaleza interdisciplinar: él es Carlos Saura, y su nueva película, presentada en la Sección Oficial de la pasada Seminci, El rey de todo el mundo. Un drama romántico de naturaleza eminentemente teatral y musical. Una obra de coordenadas reconocibles y nobles intenciones que se verá muy beneficiada de nuestra conexión emocional con los trabajos previos del aragonés para conectar con sus inquietudes temáticas. Sin embargo, la grandeza de aquellas obras no se debía únicamente a los elementos situados sobre el tablero, sino también a la manera de combinarlos y de extraerles su máximo potencial. Los ingredientes de la receta de El rey de todo el mundo son sabrosos, pero la elaboración es perezosa y descompasada. El Rey de todo el mundoEl rey de todo el mundo se entrega al baile, a la pasión expresada a través del movimiento sincronizado de cuerpos jóvenes. La sintonía de energías lozanas encima de un escenario que, como no puede ser de otra manera, ofrece un reflejo especular de las angustias emocionales de la pareja creativa al borde de la obra teatral. Una pareja creativa compuesta por el autor del argumento y la responsable de la coreografía, con la que comparte un pasado amoroso cuyas heridas no acaban por cerrarse. Juntos lucharán por sacar adelante ese montaje que supone el argumento de la película. Es inevitable observar el tráiler o un puñado de imágenes promocionales y no vincular esta obra, al menos plásticamente, con Sevillanas, Tango o Flamenco (obras todas ellas, dicho sea de paso, tan poco comprensibles desde el prisma de la ficción tradicional como deslumbrantes en el plano artístico). Son muchos los números musicales que bañan el metraje, y como cabía esperar son estos los momentos más atractivos de la producción. El Rey de todo el mundoEl trabajo fotográfico de Vittorio Storaro se estructura sobre la conjunción expresiva de fuertes rojos y azules, reflejados sobre los personajes en los diferentes espacios escénicos de la futura obra musical. En la combinación de recreación dramática, realidad y narración oral encontramos un poderoso momento de puesta en escena al principio de la cinta, en el que la cámara se desplaza por un lugar cuya naturaleza espacial y temporal se transforma para amoldarse al relato. Lamentablemente, instancias de esta lucidez son un mero oasis. Las coreografías son elegantes y sensuales, pero el lenguaje visual con el que se filman es pobre. La puesta en escena, rutinaria. La cámara no se desplaza alrededor de la danza de maneras particularmente creativas. El Rey de todo el mundoCuando asistimos a los ensayos escénicos el filme se sostiene mínimamente, pero hay mucho porcentaje de película que no es baile, que pretende desarrollar un argumento con ambiciones dramáticas. Y es ahí donde surgen los problemas. El argumento contiene una considerable carga de afectación trágica, y la responsabilidad de llevarla a buen puerto se pone sobre los hombros, salvo un par de excepciones, de un reparto de actores no profesionales (al fin y al cabo, son bailarines). Sus prestaciones físicas son innegables, y para un relato tan sensual resulta consecuente recurrir a caras tan atractivas, pero sus dotes interpretativas son demasiado limitadas para evitar que los diálogos de la cinta no resuenen huecos, histriónicos, engolados o, en suma, falsos. A las carencias interpretativas del trabajo y la indigestión amanerada de su guion se suma una ejecución desatinada a nivel tonal, letárgica cuando pretende exhibir pulso. Convincente sin alardes en sus instantes más íntimos, sumamente acartonada cuando atraviesa las fases más turbulentas. El Rey de todo el mundoUna apuesta en torno al amor que busca ser colorida pero que, pese a sus intensas tonalidades, resulta monocromática en su poco inspirado maridaje de realidad y ficción, drama y teatro, palabra y música. Un viaje desvaído.
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