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Año 1998. Isabel, estudiante de periodismo, se ve obligada a realizar sus prácticas en el periódico de una pequeña localidad costera gallega para poder terminar la carrera. Cuando llega, quiere empezar a investigar cuanto antes, para demostrar todo lo que ha aprendido para convertirse en una auténtica periodista. Pero el puesto que le asignan es el último que esperaba: la redacción y gestión de los obituarios que llegan a la redacción. Pero esto, que en un principio puede parecer aburrido, se convierte en la puerta a una investigación que la llevará por diferentes puntos de la geografía española en busca de una historia de amor imposible.
David Basner, director creativo de una agencia de publicidad, gana mucho dinero y está siempre rodeado de mujeres. Cuando se entera de que su madre, después de 34 años de matrimonio, ha abandonado a su padre, no tiene más remedio que cambiar de vida. Ahora tendrá que repartir su tiempo entre su madre, feliz de haber recuperado la independencia, y su recién jubilado padre, un hombre testarudo y nada sentimental.
Cuando una niebla mortal envuelve París, la gente encuentra refugio en los pisos superiores de los edificios. Sin información, sin electricidad y sin apenas suministros, Mathieu, Anna y su hija Sarah intentan sobrevivir al desastre…
La película se centra en un viudo y su hijo de 17 años de edad, quienes tienen la esperanza de dar sentido a sus vidas tras un trágico suceso. Para ello se trasladan a una pequeña localidad del norte de California, donde iniciarán una nueva vida con un nuevo trabajo, un nuevo instituto, un viejo e irónico amigo y sobre todo dos extraordinarias mujeres que podrían ser el detonante para cambiar sus vidas. BachelorsCritica:El rubro de "comedia dramática" no le encaja bien a esta película ya que como comedia no hace reír a nadie y como drama no conmueve. Quizá habría que hacer un nuevo rubro llamado "insulso" o "pasatista", donde encajaría perfectamente. Al margen de esto, muestra una vez más cómo la medicina yanqui no ha avanzado ni un ápice desde hace 150 años, tratando a las depresiones con chalecos de fuerza (en este caso chalecos químicos) y electroshocks. El cartel de este film debería llevar la advertencia: "Ver sólo en caso de extremo aburrimiento y si no hay otro programa disponible". BachelorsPor una parte, soy un tardío fan de la cinta original. En 1983 me pareció un pestiño (era un adolescente abducido por ‘La guerra de las galaxias’); en 1992, en mi opinión, el montaje del director mejoraba (y mucho) la propuesta; pero no fue hasta hace algunos pocos años, ya en formato blue-ray, en que me sedujo y cautivó por completo y sin reservas. Por otra parte, soy un entusiasta admirador del director Denis Villeneuve, de quien sólo he visto aciertos de todo género y planteamiento, un virguero de las imágenes y del montaje, un artista incontestable y evidente, lo mejor que me he encontrado en una sala de cine en lo que va de siglo. Es decir, que iba con ganas y sana curiosidad al cine, esperando encontrar un propuesta inédita y – sea cual fuera el camino elegido – llena de aciertos… pero nada más lejos de la realidad.Pero vayamos por partes, porque hay muchos aciertos pero también otros tantos deméritos dignos de mención. Entre lo positivo está la puesta en escena que recrea, prolonga y amplía la arrebatadora estética primigenia: esa llovizna casi constante, esa ausencia de horizonte, claridad y sol, ese opresivo presente de pesadilla que parece abocarnos al abismo, esa mezcolanza entre replicantes y humanos que vuelve confuso lo cotidiano y nos hace desconfiar tanto de lo que vemos como de lo que sentimos; una fotografía innovadora y sugerente, llena de claroscuros y contrastes, que nos engulle como un torbellino y nos escupe despojos hediondos a cada fotograma; una escenografía espeluznante que desdeña lo efímero y encumbra lo sintético y alambicado.Es decir, en cuanto al universo visual nos hallamos ante una propuesta insólita, apabullante y portentosa, llena de matices y aciertos.Sin embargo, las flaquezas y deficiencias acaban por erigirse en las grandes protagonistas de la función. Un metraje tan desmesurado como innecesario (sobra casi toda una hora), alargando las escenas hasta la inanición y la abulia; una historia tan poco carismática y tan porfiadamente vaporosa que hacedesfallecer el ánimo y obliga a esperar a que la próxima escena rescate del tedio al espectador y haga avanzar la trama hacia algún lugar digno de interés, cayendo siempre en subrayados innecesarios y en tópicos previsibles, ahogando toda ambigüedad y anulando cualquier estímulo. La calma y el reposo casan mal con una supuesta cinta de acción, por muy ensimismada y reflexiva que pretenda ser. Y las cavilaciones sobre la vida, la muerte, los milagros de la existencia y la magia de la procreación resultan tan patosas como primitivas, tan superficiales como chirriantes.Hay algunas escenas aisladas que descuellan y deslumbran, dignas de perdurar en la memoria cinéfila (como, entro otras, ese baile erótico que sobrepone a dos personajes en abigarrado aquelarre de lo imposible o ese ‘nacimiento’ brusco y sin remilgos de una replicante abocada a su exterminio), pero son momentos inconexos y solitarios, que impresionan por su esplendor y singularidad, pero desentonan por carecer de engarce y coherencia.
Por primera vez en su vida, víctima de problemas cardiacos, Daniel Blake, carpintero inglés de 59 años, se ve obligado a acudir a las ayudas sociales. Sin embargo, a pesar de que el médico le ha prohibido trabajar, la administración le obliga a buscar un empleo si no desea recibir una sanción. En el transcurso de sus citas al “job center”, Daniel se cruza con Rachel, una madre soltera de dos niños que tuvo que aceptar un alojamiento a 450 km de su ciudad para evitar que la envíen a un hogar de acogida. Prisioneros de la maraña de aberraciones administrativas actuales de Gran Bretaña, Daniel y Rachel intentarán ayudarse mutuamente. I, Daniel Blake YoCritica:Hay películas de tesis como también hay películas con mensaje. El veterano Ken Loach (80 tenaces años) se caracteriza por tener claro lo que quiere contar y cómo hacerlo, insertando un diáfano componente social, ya sea de denuncia o de reivindicación, en favor de los más desfavorecidos o de los que él considera los débiles o perdedores de una sociedad en exceso centrada en el éxito, el lucro y el dinero. Sus obras no son cómodas, ni gratas, ni amables, pero suele acertar en el retrato de un personaje (o un grupo) enfrentado a la adversidad y a la falta de justicia o compasión. YoNada que objetar a su planteamiento, henchido de buenas intenciones y afán didáctico. Quizás su fatalismo sea exagerado y se echen en falta matices o puntos de vista diferenciados, pero su enfoque humanista y compasivo suele dar en la diana. Esta premiada cinta no es una excepción y es una síntesis de su visión del mundo y de su forma de entender el cine. Fiel a sí mismo, se centra en un carpintero que se encuentra en una encrucijada. Por problemas cardiacos ha tenido que dejar su trabajo y se tiene que enfrentar al sistema británico de subsidios, ya que si bien le dan apto para trabajar – por lo que no puede recibir asistencia por incapacitación – no obtiene el alta médica, por lo que sólo encuentra impedimentos y obstáculos para conseguir unos ingresos imprescindibles para sobrevivir. Es un parado cualificado pero ajeno a las nuevas tecnologías y atenazado por una maraña burocrática diseñada para impedir el auxilio. YoLa indefensión y el nulo apoyo son notorios. Lo previsible de la trama no impide ni merma su validez, aunque su afán crítico parece más dirigido a denunciar ciertas políticas (que sólo tienen un único cariz ideológico) y no tanto a exponer el sinsentido de una administración repleta de normas y obligaciones y que parece olvidar que el objetivo real es el de ayudar, apoyar, asesorar y facilitar la vida de los cuidadnos. La simpleza del guión se puede disculpar por la fuerza y garra de las situaciones que plantea, aunque la acumulación de desgracias sea tremebunda y sesgada, perdiendo con ello algo de efectividad, al sonar a cantinela servil y prédica moralista. Pintar todo de forma tan extrema y maniquea acaba cansando, por bien hecho que esté y por rectas y loables que sean las intenciones que albergue. Yo
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