Después de sospechar que su vecino oficial de policía es un asesino en serie, un grupo de amigos adolescentes pasan el verano espiándolo y reuniendo pruebas, pero a medida que se acercan a descubrir la verdad, las cosas se ponen peligrosas. Verano del 84CriticaParece imposible dejar de volver, una y otra vez, a esas idealizadas vacaciones de los ochenta. Gracias a la cultura popular, se han revalorizado como un período de extraordinarias aventuras, que vivimos casi como si las fantasías de pantalla grande y pequeña sucedieran en la esquina de la calle. Fuimos grandes, era el mejor de los tiempos, y buena parte del entretenimiento moderno solo guarda reverencia a todo ello.Por eso es de agradecer que 'Verano del 84', consciente del pesadísimo legado que arrastra, se decida por algo diferente, aunque no quiera dejar escapar un regusto a lo de siempre. Porque sí, 1984 fue el año de Conan, el Club de los Cinco, Cazafantasmas y muchos otros. Pero también fue el año de los psicópatas advertidos en el telediario, la vigilancia en suburbios sospechosos y una creciente desconfianza al vecino que siempre saludaba. Tiempos locos generan mentes locas, y eso es algo que la cultura popular olvida, camuflándolas detrás de seres sobrenaturales tras los que no existe peligro "real".Aquí la problemática de esa turbiedad ignorada se condensa, sutilmente, de manera terrorífica, en un cartón de leche, desde el que mira un niño sonriente al que sus padres no volverán a ver. Es entonces cuando Davey Armstrong empieza a observar comportamientos que no encajan con el buen nombre de su vecino, gracias a simples juegos que él y sus amigos llevan a cabo escondiéndose cerca de su casa. Y al principio resulta difícil convencer al grupo de un peligro latente, pero prevalece el sentido de aventura del verano, donde nada parece muy serio y el aburrimiento ha de ser rápidamente asesinado (sobre todo para evitar recordar, demasiado pronto, que los adultos discuten a puerta cerrada y las cosas no duran para siempre).Sin embargo, si siguiera ese camino, este verano ya lo habríamos vivido. Por eso se plantan semillas de insistente duda, acerca de si Davey realmente vigila a un vecino mortífero o solo ve lo que quiere ver, porque la reaparición del amor platónico que fue su niñera le recuerda una edad que no quiere tener. Todos nos acordamos de ese verano en el que jugar a la imaginación se empezó a hacer aburrido, y tal vez de ahí viene la nostalgia ochentera de bordes amables: quizá necesitamos reescribir el pasado para creer que aquel entonces nos enfrentamos al monstruo, y fuimos alguien.Es una impresión metanarrativa que tal vez sus tres directores no buscaban, pero que a la larga acaba propulsando este misterio un poco más allá que otros, saliendo de la pose y el bonito envoltorio. Aquellos años fueron peligrosos, y de vez en cuando no viene mal un trozo de cultura popular que pueda recordarlo. Verano del 84
Un hombre sin ataduras ni responsabilidades se encuentra de repente con un bebé abandonado y se marcha a Londres para intentar encontrar a la madre. Ocho años más tarde, después de que él y su hija se vuelvan inseparables, la madre de Gloria reaparece.
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