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Pueblo chico, pistola grande

Comedia Western
5.8

Albert, un granjero cobarde, que al echarse atrás en un duelo pistolero, su novia decide abandonarlo por otro hombre. Sin embargo, llegará a la ciudad una hermosa mujer, de quien se enamora y que lo ayudará a descubrir su coraje que será puesto a prueba inmediatamente, dado que esta llamativa mujer arrastra un marido prófugo que reclama venganza. Pueblo chicoCritica:Faltan pocos minutos para llegar a las doce del mediodía. La hora marcada. La hora del duelo. La hora de la muerte. Todo el pueblo se ha congregado, creando una especie de corro más o menos improvisado que rodea el trecho de la calle principal donde va a darse el gran acontecimiento del día. El bueno de Albert se las verá contra... contra... algún cowboy. Como viene siendo habitual, sólo puede quedar uno. Sin investigación, sin juicio, sin posibles apelaciones. Porque la justicia jamás se ha suministrado con tanta rapidez como en el Salvaje Oeste. En Arizona, en 1882, (aquí y ahora, vaya), todo corre a la misma velocidad. No hay tiempo que perder, porque ya se sabe, la muerte acecha en cada esquina y a ésta sí que no le gusta esperar. Y ya son las doce del mediodía. No hay posible marcha atrás, en unos pocos segundos la arena ardiente va a bañarse de sangre... porque estas tierras sólo pueden regarse así. Porque la Frontera es territorio de valientes; los cobardes, simplemente perecen... Pueblo chico... A todo esto, pasan ya de las doce, y ni rastro del bueno de Albert. Empiezan a extenderse los murmullos inquietos entre la multitud. Algo pasa. Porque como se ha dicho, puede que el correo se retrase; puede que las lluvias se demoren unos cuantos días... pero en Arizona, en 1882, nadie, absolutamente nadie, falta a la puntualísima cita de un duelo a muerte. A no ser que, a no ser que... el bueno de Albert sea un gallina. Pero, ¿puede ser? ¿Puede ser que el más miedoso e inútil de los seres humanos haya logrado sobrevivir, al menos hasta ahora, en este lugar y en este momento? Puede, sí, porque algunas personas, simplemente, nacen en la época y lugar equivocados. Y a partir de ahí... hasta que la guadaña o la soga ponga fin a tanto sufrimiento. En estas se encuentra el pobre Albert, quien ya no puede más. Está a punto de morir por una disputa que ni siquiera se acuerda de cómo diablos empezó. Han amenazado, además, con hacer arder hasta los cimientos su dulce hogar (con sus padres dentro) y por si fuera poco, su media naranja, el amor de su vida, está a punto echarle la patada definitiva, porque tanta cobardía no hace más que causar en ella una insoportable cantidad de vergüenza ajena (y propia) imposible de tragar. A Million Ways to Die in the West Pueblo chico

Zombillénium

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Nadie lo sabe pero Zombillenium es un parque de atracciones habitado por auténticos monstruos. Para evitar que Héctor, un humano, revele la auténtica identidad de sus empleados, el Director Vampiro del parque se ve obligado a contratarle. Para volver a ver a su hija, Héctor hará todo lo posible por escapar de sus colegas Zombis, Hombres-Lobo y Vampiros… ¿Se convertirá este padre desesperado en la principal atracción de Zombillenium? ZombilléniumCritica:Por una parte, soy un tardío fan de la cinta original. En 1983 me pareció un pestiño (era un adolescente abducido por ‘La guerra de las galaxias’); en 1992, en mi opinión, el montaje del director mejoraba (y mucho) la propuesta; pero no fue hasta hace algunos pocos años, ya en formato blue-ray, en que me sedujo y cautivó por completo y sin reservas. Por otra parte, soy un entusiasta admirador del director Denis Villeneuve, de quien sólo he visto aciertos de todo género y planteamiento, un virguero de las imágenes y del montaje, un artista incontestable y evidente, lo mejor que me he encontrado en una sala de cine en lo que va de siglo. Es decir, que iba con ganas y sana curiosidad al cine, esperando encontrar un propuesta inédita y – sea cual fuera el camino elegido – llena de aciertos… pero nada más lejos de la realidad.Pero vayamos por partes, porque hay muchos aciertos pero también otros tantos deméritos dignos de mención. Entre lo positivo está la puesta en escena que recrea, prolonga y amplía la arrebatadora estética primigenia: esa llovizna casi constante, esa ausencia de horizonte, claridad y sol, ese opresivo presente de pesadilla que parece abocarnos al abismo, esa mezcolanza entre replicantes y humanos que vuelve confuso lo cotidiano y nos hace desconfiar tanto de lo que vemos como de lo que sentimos; una fotografía innovadora y sugerente, llena de claroscuros y contrastes, que nos engulle como un torbellino y nos escupe despojos hediondos a cada fotograma; una escenografía espeluznante que desdeña lo efímero y encumbra lo sintético y alambicado. Es decir, en cuanto al universo visual nos hallamos ante una propuesta insólita, apabullante y portentosa, llena de matices y aciertos.Sin embargo, las flaquezas y deficiencias acaban por erigirse en las grandes protagonistas de la función. ZombilléniumUn metraje tan desmesurado como innecesario (sobra casi toda una hora), alargando las escenas hasta la inanición y la abulia; una historia tan poco carismática y tan porfiadamente vaporosa que hacedesfallecer el ánimo y obliga a esperar a que la próxima escena rescate del tedio al espectador y haga avanzar la trama hacia algún lugar digno de interés, cayendo siempre en subrayados innecesarios y en tópicos previsibles, ahogando toda ambigüedad y anulando cualquier estímulo. La calma y el reposo casan mal con una supuesta cinta de acción, por muy ensimismada y reflexiva que pretenda ser. Y las cavilaciones sobre la vida, la muerte, los milagros de la existencia y la magia de la procreación resultan tan patosas como primitivas, tan superficiales como chirriantes.Hay algunas escenas aisladas que descuellan y deslumbran, dignas de perdurar en la memoria cinéfila (como, entro otras, ese baile erótico que sobrepone a dos personajes en abigarrado aquelarre de lo imposible o ese ‘nacimiento’ brusco y sin remilgos de una replicante abocada a su exterminio), pero son momentos inconexos y solitarios, que impresionan por su esplendor y singularidad, pero desentonan por carecer de engarce y coherencia. Zombillénium

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