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Josh Lucas (Ford v Ferrari) protagoniza este intenso thriller de acción en el que unas vacaciones familiares se convierten en una lucha por la supervivencia contra un tiburón megalodón que ve a los humanos como una amenaza para su territorio. ¿Podrán salir con vida antes de que el tiburón vuelva a atacar?
Ivan (Theo James) es un ladrón de arte que quiere dejar su oficio. Elysa (Emily Ratajkowski) es una aspirante a actriz a quien persiguen sus pecados en Hollywood, así como una montaña de deudas. Cuando se conocen, ambos sienten una gran atracción mutua. Lying and Stealing EstafadoresCritica: Por una parte, soy un tardío fan de la cinta original. En 1983 me pareció un pestiño (era un adolescente abducido por ‘La guerra de las galaxias’); en 1992, en mi opinión, el montaje del director mejoraba (y mucho) la propuesta; pero no fue hasta hace algunos pocos años, ya en formato blue-ray, en que me sedujo y cautivó por completo y sin reservas. Por otra parte, soy un entusiasta admirador del director Denis Villeneuve, de quien sólo he visto aciertos de todo género y planteamiento, un virguero de las imágenes y del montaje, un artista incontestable y evidente, lo mejor que me he encontrado en una sala de cine en lo que va de siglo. Es decir, que iba con ganas y sana curiosidad al cine, esperando encontrar un propuesta inédita y – sea cual fuera el camino elegido – llena de aciertos… pero nada más lejos de la realidad.Pero vayamos por partes, porque hay muchos aciertos pero también otros tantos deméritos dignos de mención. Entre lo positivo está la puesta en escena que recrea, prolonga y amplía la arrebatadora estética primigenia: esa llovizna casi constante, esa ausencia de horizonte, claridad y sol, ese opresivo presente de pesadilla que parece abocarnos al abismo, esa mezcolanza entre replicantes y humanos que vuelve confuso lo cotidiano y nos hace desconfiar tanto de lo que vemos como de lo que sentimos; una fotografía innovadora y sugerente, llena de claroscuros y contrastes, que nos engulle como un torbellino y nos escupe despojos hediondos a cada fotograma; una escenografía espeluznante que desdeña lo efímero y encumbra lo sintético y alambicado. EstafadoresEs decir, en cuanto al universo visual nos hallamos ante una propuesta insólita, apabullante y portentosa, llena de matices y aciertos.Sin embargo, las flaquezas y deficiencias acaban por erigirse en las grandes protagonistas de la función. Un metraje tan desmesurado como innecesario (sobra casi toda una hora), alargando las escenas hasta la inanición y la abulia; una historia tan poco carismática y tan porfiadamente vaporosa que hacedesfallecer el ánimo y obliga a esperar a que la próxima escena rescate del tedio al espectador y haga avanzar la trama hacia algún lugar digno de interés, cayendo siempre en subrayados innecesarios y en tópicos previsibles, ahogando toda ambigüedad y anulando cualquier estímulo. La calma y el reposo casan mal con una supuesta cinta de acción, por muy ensimismada y reflexiva que pretenda ser. Y las cavilaciones sobre la vida, la muerte, los milagros de la existencia y la magia de la procreación resultan tan patosas como primitivas, tan superficiales como chirriantes.Hay algunas escenas aisladas que descuellan y deslumbran, dignas de perdurar en la memoria cinéfila (como, entro otras, ese baile erótico que sobrepone a dos personajes en abigarrado aquelarre de lo imposible o ese ‘nacimiento’ brusco y sin remilgos de una replicante abocada a su exterminio), pero son momentos inconexos y solitarios, que impresionan por su esplendor y singularidad, pero desentonan por carecer de engarce y coherencia. Estafadores
Otis es un niño de 12 años que descubre desde muy joven la fama de Hollywood. Su padre es un antiguo payaso de rodeo con diversos problemas, ahora sin trabajo, que decide convertirse en su guardián. Cuando Otis no está divirtiendo a un selecto público pasa el rato con él en hoteles de poca monta situados en las afueras de las ciudades a las que acude a grabar. La convivencia entre ambos es muy compleja: Otis se ve obligado a sufrir sus abusos mientras ambos intentar dar sentido a una relación que se reproduce en el tiempo a lo largo de más de una década.....Honey Boy: Un niño encantadorCritica: Honey boy es un trabajo singular. Tan singular que de hecho surgió en las sesiones de terapia a las que se sometió el actor Shia LaBeouf durante su estancia en un centro de rehabilitación. Fue allí donde descubrió que sufría estrés postraumático desde su infancia. Como ejercicio, LaBeouf escribió el guion que luego se acabaría convirtiendo en Honey boy. Es decir, llamar a esta película "un proyecto personal" es quedarse muy corto. Honey boy es mucho más que eso. Es un exorcismo.La película nos muestra la relación entre un actor infantil llamado Otis y su padre, un antiguo payaso de rodeos llamado James que ahora se dedica a acompañar a Otis y ser su representante. Otis (supongo que llamarlo Shia habría sido ya demasiado) está interpretado por Noah Jupe cuando es un niño y por Lucas Hedges cuando es ya un adulto en rehabilitación. Las escenas de Hedges funcionan sobre todo como marco narrativo para contar la historia de la infancia del personaje, que es donde pasamos la mayor parte del tiempo. Y madre mía, qué infancia más chunga.... Honey Boy: Un niño encantador
Erin Bell trabajó en su juventud como policía encubierta en una peligrosa banda del desierto de California. Su incursión en el mundo de la mafia tuvo consecuencias fatales para su mente de las que cree haberse recuperado. Sin embargo, cuando el líder de la banda vuelve a dar señales de vida, Bell sufre una odisea moral y existencial. La única solución para olvidar sus fantasmas pasa por retomar el contacto con viejos miembros del grupo, intentando comprender cuáles fueron los motivos que destruyeron su pasado. Destroyer. Una mujer heridaCriticaLa película propone un thriller policiaco al servicio de la protagonista, Nicole Kidman. Todo gira y está ideado con la finalidad de facilitar el lucimiento de la estrella, y ciertamente, si obviamos un maquillaje que personalmente encuentro horrendo, la intención última se consigue.Se mete en la piel de una detective con la vida desecha, hecha trizas en lo personal, lo profesional y lo familiar, apuntando a un abandono y degradación que esconde en un patético aspecto físico, el derrumbe completo de una personalidad atormentada.Siendo esta una cinta sobre la posibilidad de encontrar la redención, la misma llega en forma de un asesinato que le abre en canal recuerdos y huellas del pasado, causantes directos de su patética situación actual, pero que le posibilitan explorar los siempre complejos y difíciles terrenos de la revancha.La propuesta del director conlleva la utilización recurrente del flashback, para hilvanar una historia que va dosificando con pericia las razones de tanto sin sabor, poniendo luz en el sentimiento de culpa que caracteriza las reacciones de la protagonista.El malo del relato es un tal Silas, y sólo por el nombre me viene a la memoria el monje albino del “Código Da Vinci”, que hacía el trabajo sucio en la pérfida lucha por el Santo Grial. Hay nombres que quedan de manera indeleble en la memoria.Es una obra menor en la trayectoria de Kidman, es probable incluso que tras su visionado la olvide pronto, pero mientras esperamos productos más rompedores, hemos de conformarnos con propuestas dignas, aunque no se salgan de lo comercialmente al uso Destroyer. Una mujer herida
¿Qué ha empujado a Jeliza-Rose a trasladarse desde Los Angeles a una granja tejana? ¿Por qué su padre, ex guitarrista de rockabilly, ya no le habla? ¿Y quién hace todo ese ruido en el ático? Jeliza-Rose huye de su cruel infancia, dejándose arrastrar por su viva imaginación, para configurar así un mundo ficticio en el que las luciérnagas tienen nombre, los hombres de barro despiertan al atardecer, tiburones monstruosos nadan por las vías del tren y cabezas seccionadas de Barbies comparten sus aventuras.
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