Bob Harris, un actor norteamericano en decadencia, acepta una oferta para hacer un anuncio de whisky japonés en Tokio. Está atravesando una aguda crisis y pasa gran parte del tiempo libre en el bar del hotel. Y, precisamente allí, conoce a Charlotte, una joven casada con un fotógrafo que ha ido a Tokio a hacer un reportaje; pero mientras él trabaja, su mujer se aburre mortalmente. Además del aturdimiento que les producen las imágenes y los sonidos de la inmensa ciudad, Bob y Charlotte comparten también el vacío de sus vidas. Poco a poco se hacen amigos y, a medida que exploran la ciudad juntos, empiezan a preguntarse si su amistad podría transformarse en algo más.
En 1825, el aristócrata inglés John Morgan (Richard Harris) vive comodamente y sin problemas hasta que los indios Sioux cambian su vida de forma radical. Sin que nadie pueda evitarlo, John es secuestrado y llevado a vivir con ellos como esclavo. En el poblado de la tribu, el joven es obligado a realizar diferentes tareas, pero a medida que pasa el tiempo, John irá acostumbrándose a su nueva vida. Cuando se enamora de la hermana del jefe, Morgan decidirá dar un paso más y convertirse en un miembro más del clan. Sin embargo, para lograrlo deberá superar un ritual que todos los hombres que pertenecen a la tribu deben realizar y al que John tendrá que enfrentarse solo.
Chris Pierzynski ha cumplido una condena de varios años en prisión por haber participado en un ajuste de cuentas. Su hermano pequeño Frank, agente de policía con un prometedor futuro por delante, lo espera con reticencia a la salida de la cárcel. Chris y Frank siempre han tenido sus más y sus menos. Su padre, única persona que los crió, siempre ha estado más del lado de Chris, a pesar de los problemas y de Frank. Sin embargo, sus lazos de sangre los unen y, por ello, Frank da una oportunidad a su hermano: lo aloja, le encuentra un trabajo, le ayuda a retomar el contacto con sus hijos y su ex mujer. Chris conoce a Natalie, que encarna la esperanza de emprender una nueva vida, pero pronto su pasado llamará otra vez a su puerta y Chris volverá a tomar la senda del crimen. Remake del largometraje francés "Liens de sang" de Jacques Maillot. Blood Ties Lazos de sangreCritica:Lazos de sangre nos introduce en la historia de dos hermanos. Frank es un policía muy noble, “de gran corazón” como dicen sus compañeros, aunque sigue turbándole el haber abandonado a Vanessa, su ex novia. Chris acaba de salir de la cárcel; siempre había sido un tipo violento por culpa de su turbia infancia y el estar entre rejas no ha hecho sino empeorar tal situación. Los años perdidos con su mujer Mónica y sus dos hijos son una losa demasiado grande para su carácter, que se ve golpeado nuevamente cuando intenta volver a hacerse un hueco en el terreno laboral. La ya de por sí difícil convivencia entre un agente de la ley y un ex convicto se ve recrudecida por un oscuro pasado, que descubriremos mediante las palabras de su padre y un flash-back colocado a mitad de película. Lazos de sangrePrecisamente ésta es una tónica muy habitual en Lazos de sangre: tratar de contar lo máximo en el menor tiempo posible. El primer cuarto de hora es un desfile de historias, personajes, encuentros y reencuentros; una puesta al día para el espectador, que lógicamente se acaba de incorporar en medio del relato. Canet sale airoso de tan farragoso escenario y consigue sintetizar todo lo necesario para que aquel logre introducirse de lleno en el filme, pero lo consigue a costa de sacrificar el aspecto emocional de sus personajes, confiando en que sea la virtud puramente actoral la que conecte con la audiencia. Algo que se consigue con casi todos los actores secundarios, que están como mínimo notables: desde una sorprendente Zoe Saldana hasta la siempre estupenda Marion Cotillard, pasando por un Matthias Schoenaerts que seguramente se hubiera merecido uno de los dos papeles protagonistas. Éstos recaen en el gélido Billy Crudup y un muy apático Clive Owen, que mejoran cuando aparecen juntos en pantalla. En cualquier caso, el desliz en sala de montaje es evidente: demasiada tijera en algunos momentos, mientras que escenas puntuales terminan alargándose en exceso. Algo similar sucede con el uso de la BSO. La selección de temas es muy buena, pero no posee todo el peso dramático que debería. Lazos de sangreTodo ello provoca que la película destile mayor grandeza de la que realmente se oculta entre sus fotogramas. La evolución de la historia es creíble, pero también previsible por momentos. Sólo un muy buen desenlace logra crear una sensación de verdadero clímax en los 128 minutos de cinta, entre los cuales se alternan episodios de puro thriller (la escena del furgón) y de noir (a través del restaurante), pero es el drama, mediante la falta de confianza de Chris en su entorno y la búsqueda de redención por parte de Frank, lo que ocupa la mayor parte del filme y en lo que más se centra su realizador. Ello provoca que realmente la ambientación setentera y el presunto homenaje a los thrillers de la época resida más en el aspecto visual que en el puramente argumental. Lazos de sangre
Lea, de diecisiete años, pasa sus vacaciones de verano sin otro plan que el de broncearse con su mejor amiga en el jardín trasero de su casa, mientras intenta no involucrarse en los problemas de su agobiada madre y consumir drogas con un grupo de chicos de su colegio. Esta monotonía se ve interrumpida por un encuentro casual con Tom, un hombre mayor que promete una alternativa a la insatisfactoria vida adolescente de Lea. La muchacha cae rendida ante el encanto carismático de Tom, quien ejerce sobre ella un control creciente que la aísla de su círculo habitual. Lea no tarda en descubrir que las intenciones de ese hombre no son lo que parecen.
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