En los años 20 los hermanos Adolf y Rudolf Dassler empiezan a manufacturar zapatillas de deporte. Adolf es un artesano con mucho talento mientras que Rudolf es la mente más económica. Después de la Segunda Guerra Mundial, la relación entre los hermanos se deteriorará hasta tal punto de convertirse en rivales.
En un pueblecito costero vive Lulu, una chica de 14 años que acaba de mudarse con su madre y su hermano y que se aburre soberanamente, esperando que ocurra algo apasionante. De repente, el hermano de Lulu es poseído por el espíritu de un hombre que luchó contra el mal en el siglo XIX, y ella tendrá que buscar la ayuda de las dos únicas personas fiables que conoce: Oliver, un niño rico muy asustadizo, y Richard, un desilusionado estudioso de lo paranormal. Juntos se verán envueltos en una batalla contra las fuerzas del Mal, que tratarán de impedir que descubran los secretos de la Isla de las Almas Perdidas.
Basada en la historia real de Aron Ralston, un intrépido montañero norteamericano tristemente famoso porque en mayo de 2003, durante una escalada, en Utah, sufrió una caída. Tras varios días inmovilizado e incapaz de encontrar una solución, tuvo que tomar una dramática decisión. 127 Hours 127 horasCritica:Seamos claros: éste film hará taquilla sobre todo por morbo. El morbo de ver un caso real extremo en pantalla, de ver cómo han llevado a la pantalla el suplicio que pasó un hombre hasta ese terrible momento en que… pero no, no nos adelantemos todavía. 127 horasDanny Boyle sigue empeñado en construirse una filmografía de lo más heterodoxa, abordando temas de lo más dispares: “Trainspotting”, “28 días después”, “La playa”, “Millones”, “Sunshine”, “Slumdog millonaire”... Ahora, basándose en hechos reales, relata la odisea de un hombre que pugna por sobrevivir a las adversidades de la naturaleza. La cosa es que Aron Ralston se quedó en 2003 atrapado en una grieta de las llanuras de Utah, atascado por una inamovible roca que le aprisionó el brazo. El relato de esos días en que padeció lo indecible con la esperanza de conseguir salir vivo de ahí, es lo que conforma el reto de Boyle; reto del que sale claramente victorioso. 127 horasLas comparaciones con la reciente “Buried” son inevitables, pero más allá del planteamiento inicial, un hombre atrapado en un espacio reducido, Boyle imprime su particular sello con una dirección alucinante, que en ningún momento decae aún sabiendo cómo acabó el caso real. Las imágenes son de una belleza arrebatadora y la minimalista trama se sigue con sumo interés gracias a la habilidad del director con el manejo del drama, el suspense y los recursos (montajes paralelos, pantallas partidas, flasbacks, pesadillas, alucinaciones…) que nos inmersionan en la mente, cada vez más deteriorada a medida que pasa el tiempo, de un inmenso James Franco. Éste ofrece una de las mejores interpretaciones del pasado 2010, intensa, creíble y absorbente. 127 horas
Basada en la historia real del periodista estadounidense Gary Webb, que evidenció conexiones de la CIA con el mundo de la droga, revelando al mundo cómo los barrios negros del país fueron inundados de crack en medio de un narcotráfico destinado a abastecer de dinero y armas a la CIA. MatenCritica:No parece muy casual que el primer rostro que aparece al abrirse este "Matar al mensajero" sea el de Richard Nixon al que vemos en una imagen de archivo dirigiéndose a la nación durante un discurso televisivo. Desde su inicio, la película de Michael Cuesta apunta alto, a Alan J Pakula y a "All the president´s men" nada menos, uno de los grandes referentes del género en el que se inscribe. Tampoco es extraño que posteriormente nos topemos entre su reparto con el británico Michael Sheen, quien diera vida en su día al mediático Martin Frost y acorralara con sus insidiosas preguntas al mencionado gobernante en "El desafio", aquel estupendo trabajo servido por Ron Howard hace ya algunos años. MatenEn "Matar al mensajero" asistimos al enésimo desafío que mantiene el llamado cuarto poder contra el primero de todos, ese otro que casi no se ve. El film se centra en la historia de Gary Webb, periodista del modesto San José Mercury News quien a mediados de los noventa destapó las oscuras conexiones existentes entre la C.I.A y el mundo de las drogas. Casi por casualidad, Webb descubrió cómo durante la década anterior la todopoderosa agencia norteamericana había llegado a financiar a la Contra nicaragüense gracias al dinero del narcotráfico. El argumento, desarrollo y desenlace de la historia, David frente a Goliath una vez más, no resultan novedosos pero sí acaban siendo tremendamente atractivos como casi siempre. MatenCon un ritmo trepidante y ágil – y con una rumbosa Paz Vega que hace saltar chirivitas de los ojos de nuestro protagonista, un creíble en todo momento Jeremy Renner- Michael Cuesta logra enganchar al espectador desde el minuto uno. La película se sigue con interés durante su primer tercio en el cual vemos poco a poco desenredarse toda la madeja de intereses y corruptelas. Hay aromas de thriller setentero, de buen cine en definitiva. El pulso se relaja de manera considerable en el tramo posterior, justo cuando el film se centra en la intrahistoria del personaje principal, con su particular e inevitable descenso a los infiernos, y en relatarnos la bajada de pantalones de sus superiores ante las también inevitables presiones por parte de quienes están todavía más arriba. Kill the Messenger Maten
Maureen, una joven estadounidense en París, se hace cargo del guardarropa de una celebridad. Aunque no le gusta su trabajo, es lo único que encontró para pagar su estancia mientras espera una manifestación del espíritu de Lewis, su hermano gemelo desaparecido hace poco. Maureen comienza entonces a recibir en su móvil extraños mensajes anónimos. Personal ShopperCriticaVer Personal shopper supone tal enganche que es casi imposible despegarse de la pantalla. Es la misma sensación que nos invade al no poder apartar la vista de un accidente de carretera: la atracción por el desastre, la adrenalina por el horror, el morbo por lo siniestro: en definitiva, la dirección de Olivier Assayas.El argumento y el comienzo son maravillosos. La asistenta personal de una superestrella de la moda tiene el poder de contactar con los fantasmas atrapados entre los dos mundos. Stewart viene como anillo al dedo al relato gracias a su aura cool, a su ya icónica apatía y también a la credibilidad con la que equilibra su languidez con la inquietud en las escenas de tensión. En las primeras escenas la vemos recorrer a oscuras una mansión vacía buscando señales del más allá. El sosiego con el que se desarrolla este pasaje recuerda ligeramente a la obra maestra de Guerín, Tren de sombras e incluso a la póstuma Visita, memorias o confesiones de Oliveira. Pero el globo se desinfla enseguida.Assayas de repente nos planta ante tres historias sin llegar ninguna de ellas a profundizar lo suficiente como para ofrecernos una trama sólida. Al principio, la historia de fantasmas logra atrapar nuestra curiosidad con sus modestos efectos especiales en pos de una mayor carga dramática, en la línea de La fille de nulle part de Brisseau. Desgraciadamente, su desenlace resulta ridículo e innecesario. Tras ello, el peso del thriller se limita a dos escenas tensas y a unas interminables conversaciones por Whatsapp mediante las que el director intenta que el mundo espectral confluya con el terrenal, pero fallando estrepitosamente. Utiliza para ello un coqueteo con el riesgo y el peligro que en ningún momento pone al espectador en aprietos.Por último, la historia de la vida laboral de la protagonista. Utilizar como excusa a una asistente personal para lanzar dardos contra la industria de la moda resulta demasiado fácil, pero ya que se empeña uno en llevarlo a cabo, al menos esos dardos deberían lanzarse con más ganas. Una jefa déspota y rácana y un viaje express a Londres no son suficientes para sostener la que se supone que es la trama principal, la que da título a la película. Pero además, Assayas tiene la osadía de criticar la falta de libertad de los fotógrafos de moda respecto a las marcas cuando él mismo, en un ejercicio de esquizofrenia o de petición subliminal de auxilio, vayamos a saber, publicita descaradamente a Chanel y Cartier. Incluso va más lejos situando el confuso epílogo en el sultanato de Omán, coproductor de la película, notándose a la legua la imposición de los mecenas.Personal shopper podría engrosar la lista de clásicos del cine tan malos que se vuelven de culto. Probablemente lo consiga, siendo el principal responsable el propio director debido al abuso de sus recursos habituales. El cine dentro del cine, en un pasaje con el cantante de moda encarnando a Victor Hugo - episodio que recuerda al estilo de Albert Serra y, desde luego, mucho más interesante que la propia película. Pero el espectador también ha de sufrir sus ya característicos fundidos a negro que dificultan la cohesión de las ya de por sí deshilachadas tramas. Por no hablar de la distancia que el director toma de los códigos del cine de terror o del thriller, probablemente para huír de cualquier atisbo de cine comercial, pero brindándonos en cambio una película vacía, hueca, mal construída y mal rematada.Un horror. Disfrutable, claro que sí. Pero un horror. Personal Shopper
No volver a mostrar