Toby Jones y el joven Anthony Boyle protagonizan este drama basado en la historia real de un soldado inglés que pasa de héroe en Iraq a presunto criminal de guerra.Brian Wood (Boyle), un soldado condecorado por la reina de Inglaterra por su valentía en el conflicto iraquí, es acusado de crímenes de guerra tras la investigación pública del abogado de derechos humanos Phil Shiner (Jones). Wood es uno de los soldados británicos inculpados por el supuesto asesinato, mutilación y tortura de los combatientes apresados tras la Batalla de Danny Boy, que tuvo lugar en mayo de 2004 en el sur de Iraq.Las acusaciones ponen en tela de juicio hasta los propios recuerdos de Wood, que se ve obligado a reexaminar todo lo que ocurrió aquel día y a plantearse si en algún momento cruzó la delgada línea que separa los actos de guerra del asesinato... Danny BoyCritica: hallamos ante una propuesta insólita, apabullante y portentosa, llena de matices y aciertos.Sin embargo, las flaquezas y deficiencias acaban por erigirse en las grandes protagonistas de la función. Un metraje tan desmesurado como innecesario (sobra casi toda una hora), alargando las escenas hasta la inanición y la abulia; una historia tan poco carismática y tan porfiadamente vaporosa que hacedesfallecer el ánimo y obliga a esperar a que la próxima escena rescate del tedio al espectador y haga avanzar la trama hacia algún lugar digno de interés, cayendo siempre en subrayados innecesarios y en tópicos previsibles, ahogando toda ambigüedad y anulando cualquier estímulo. La calma y el reposo casan mal con una supuesta cinta de acción, por muy ensimismada y reflexiva que pretenda ser. Y las cavilaciones sobre la vida, la muerte, los milagros de la existencia y la magia de la procreación resultan tan patosas como primitivas, tan superficiales como chirriantes.Hay algunas escenas aisladas que descuellan y deslumbran, dignas de perdurar en la memoria cinéfila (como, entro otras, ese baile erótico que sobrepone a dos personajes en abigarrado aquelarre de lo imposible o ese ‘nacimiento’ brusco y sin remilgos de una replicante abocada .. Danny Boy
Dos brujas adolescentes que fueron separadas al nacer y fueron adoptadas por dos familias diferentes se encuentran en su cumpleaños número 21 y deben utilizar sus poderes para salvar al mundo en el que nacieron, donde su madre biológica vive todavía.
1969. Chen Zhen es un joven estudiante de Pekín al que envían a Mongolia Interior para educar a una tribu de pastores nómadas. Pero el que realmente aprende es Chen: sobre la vida en esa tierra infinita y hostil, la libertad y la responsabilidad, y la criatura más temida y reverenciada de esos lugares, el lobo. Sin embargo, la relación de atracción existente entre esas criaturas complejas y casi místicas con el ser humano se ve amenazada cuando un oficial del gobierno central decide por todos los medios eliminar los lobos de esta región. Wolf Totem El camino del loboCritica:Hay algo especial en las películas que, desde una perspectiva seria, tratan el comportamiento de los animales en un estado salvaje. El último lobo coincide con esta consideración puesto que, desde una perspectiva histórica, nos narra un bello relato sobre la relación entre seres humanos y lobos. En concreto, es el realizador francés Jean-Jacques Annaud quien está detrás de las cámaras, un tipo al que le conocemos por obras como Enemigo a las puertas o la adaptación cinematográfica de El nombre de la rosa, pero que también ha trabajado mucho todo este tema de la naturaleza y la fauna en otras películas, especialmente la bien valorada El oso. Aquí intenta trasladar a la pantalla la conocida novela Wolf Totem, escrita con algunos tintes autobiográficos por el chino Lü Jiamin bajo el seudónimo de Jiang Rong. El camino del loboArgumentalmente es muy básica: en la China de los 60, el estudiante Chen Zhen es enviado a la Mongolia profunda para, según el agente del gobierno, enseñar a leer y escribir a la gente de la zona. Pero pronto el joven queda cautivado por el comportamiento tan noble como férreo de los nativos y, especialmente, por la relación que mantienen respecto a los lobos. Generalmente, temen a esta especie, puesto que existe el riesgo serio de que pueda atacar a su ganado, una de las principales fuentes de ingresos que tienen. Sin embargo, con la ayuda de los más veteranos, saben cómo usar el instinto depredador de los lobos para beneficio propio. Zhen descubrirá, empero, que no todo es de color rosa: cuando una loba tiene lobeznos, es necesario sacrificarles (de una manera bastante cruel, todo sea dicho) para que así no aumente la manada. Algo que impacta a cualquier persona que desconozca tal cuestión y, dada la emotividad con la que está narrada esta escena, seguro que también al espectador. El propio Zhen se queda bastante tocado, por lo que decide que tiene que hacer algo para intentar cambiar el curso de los acontecimientos.Conviene no contar nada más de la trama aunque, como decimos, la fuerza de El último lobo no se encuentra en su guión. Esta opinión hay que circunscribirla únicamente al desarrollo de la trama en sí misma, que por momentos resulta quizá algo previsible, pero no al mensaje que intenta transmitir, a todas luces honesto, necesario y en consonancia con la ambientación en la que nos sumerge. Annaud dota a su obra de una poderosa fuerza visual, merced no sólo a la hermosa fotografía conseguida por Jean-Marie Dreujou, sino también a su habilidad para saber captar el momento justo de la naturaleza en que las imágenes poseen más fuerza. No tan impactante es el efecto 3D del filme que, si bien no estorba (cosa que ya sufrimos varias veces en la fiebre estereoscópica post-Avatar), al final uno tiene la sensación de que, sin su presencia, la película conseguiría llegar al espectador de manera prácticamente idéntica. El camino del lobo
En un futuro no muy lejano la humanidad está aprendiendo a adaptarse a su entorno sintético, en un mundo donde no existe el dolor. Esta evolución lleva a los humanos más allá de su estado natural y hacia una metamorfosis, alterando su estructura biológica. Crímenes del futuroCritica: El regreso al estilo original, tras algo más de veinte años, en el cine de canadiense David Cronenberg, supone todo un motivo para la celebración, al menos para esa minoría de fieles, cinéfilos de la nueva carne, en la que el realizador es sumo sacerdote, y cuyo reflejo ha encontrado cierta relevancia en el cine europeo en los últimos años. Crímenes del futuroA muchos sorprenderá la ya existencia de un 'Crimes of Future' en la filmografía de Cronenberg, su segundo largometraje, fechado en 1970, y apenas recordado, ya que no es hasta 'Vinieron de dentro de...' (1975), cuando se suele hablar de los inicios de su trabajo, pese a que aquella ya contenía muchas de las constantes que acabarían por definirle como realizador. Crímenes del futuroEl concepto sectario, eje de la cinta de los setenta, toma en estos actuales crímenes del futuro, una nueva dimensión, hermanando ambas por ese tipo de policiaco neo noir, que tan buenos resultados ha dado en títulos como 'El Almuerzo Desnudo' (1991), que incluía como mayor hallazgo, el bloqueo y la enorme dificultad del proceso creativo, otra de las piezas clave del film que nos ocupa, mutado hacia una forma de expresividad artística, en un futuro donde el ser humano ha perdido la capacidad de sentir dolor, lo que permite a muchos artistas experimentar con una serie de performances, caracterizadas por un más que gráfico auto castigo físico. Crímenes del futuroEn ese punto, resulta imposible obviar, y ya que hablamos de parecidos, los nexos de unión con la infravalorada 'eXistenZ' (1999), por ese interés orgánico por la penetración, transformada aquí en bisturíes que perforan y sajan la carne, y que en aquella eran puertos de conexión procesados y unidos a vainas génicas, lo que convierte, con todo lo mencionado, a 'Crímenes del futuro' en un producto básicamente evolutivo, que explora muchas de las obsesiones de Cronenberg a lo largo de su ya dilatada carrera. Crímenes del futuroLa cirugía es el nuevo sexo, el universo distópico de Cronenberg ofrece una realidad cercana, donde esa nueva carne, piedra angular de su discurso, ha provocado una profunda deshumanización, algo que por otra parte es siempre el enfoque más correcto a la hora de afrontar este subgénero de la ciencia ficción, al tiempo que el habitual concepto de metamorfosis kafkiana, enfocado aquí como algo más darwiniano, completa el brillante carácter alegórico y metafórico que porta la cinta, y que indudablemente, hará las delicias de sus más fieles creyentes. Crímenes del futuroEl uso de una narrativa compleja, disuadirá al resto, ese gran público consumidor de productos perecederos, se verá enfrentado a una trama críptica, la cual se desmadeja de forma bastante sofisticada, envuelta en un diseño de producción de escenarios degradados, como si la humanidad hubiera renunciado a toda estética, que no tenga que ver con la deformación física como espectáculo, bajo un tono predominantemente nocturno, que añade un filtro amarillento, que entronca con esa idea sobre lo enfermizo y la más que evidente fragilidad del cuerpo humano, constantes en el discurso del realizador. Crímenes del futuroEn su cuarta colaboración con Cronenberg, y convertido en su actor fetiche en este nuevo milenio, Viggo Mortensen entrega su esfuerzo a un personaje deteriorado por el exceso, artista del dolor, muy bien secundado por la extraña química que comparte con su partenaire, una Léa Seydoux imperial cuya mirada sensual y eterna, así como su porte enigmático, unido a la máxima entrega física y emocional de sus personajes, la convierten en la intérprete del momento. Crímenes del futuroCompleta el reparto una Kristen Stewart implicada, que al igual que Robert Pattinson, su compañero de infamias de Crepúsculo, al que por cierto Cronenberg también asimiló en la fallida 'Cosmopolis' (2012), y en 'Maps to the Stars' (2014), intenta demostrar que puede arriesgar con papeles diametralmente más complejos.Por poner alguna pega al film, la trama policial es repetitiva y hasta innecesaria, también resulta confuso ese marco legal de los diferentes instituciones, que parecen querer acotar la responsabilidad de esa nueva forma de expresión artística, los personajes implicados deambulan torpes en sus motivaciones, e incluso distraen de la verdadera atracción que la cinta ofrece, ese viaje a través de artefactos orgánicos imposibles, marca de la casa, y las mencionadas performances, donde cabe destacar el excelente trabajo de maquillaje, así como la siempre elegante y enigmática partitura de Howard Shore, compositor indivisible del realizador.Por último, el regreso del maestro canadiense al terreno de lo kafkiano, debe encontrar el aplauso de su público, básicamente porque recupera los pilares clave de su coherencia como autor, justificando sus obsesiones con la mejor expresividad artística, aportando finalmente, y a sus casi ochenta primaveras, otro título solemne a su trayectoria, plena de originalidad y profundamente estimulante para sus más acérrimos creyentes.
Jack Harper es uno de los últimos técnicos de reparación de drones que permanece en la Tierra. Parte de una operación masiva para extraer recursos vitales después de décadas de guerra contra una amenaza terrorífica conocida como los Scavs, la misión de Jack está casi completada. Su existencia empieza a desmoronarse cuando rescata a una hermosa desconocida de una nave espacial caída. Su llegada desencadena una serie de acontecimientos que le llevan a cuestionarse todo lo conoce y pone el destino de la humanidad en sus manos. OblivionCritica:Difícil de calificar, diría. Como espectáculo apocalíptico tiene sus méritos, es entretenida. El caso es que no me queda más remedio que referirme a Gattaca por el punto de destino que coincide con la trama Oblivion. Titán está en la órbita de Saturno y parece un satélite con posibilidades. ¿Con posibilidades para qué? No lo sé. Pero promete porque está vacío, pensaría un espabilado. La diferencia entre los dos tipos de ciencia ficción es la clave. La de Gattaca y la de Oblivion. La ciencia ficción debería ser sutil como un velo de seda que nos llevara el pensamiento hacia el futuro, pero sin estridencias, sin plataformas piramidales de tipo faraónico ni drones guardianes. La ciencia ficción es un ejercicio de adivinación. En Oblivion la ciencia ficción es una profesión del presente, la era digital de la actualidad y la revisión de los artefactos destructivos pero en el fondo, una ciencia ficción que es primitiva. OblivionEl futuro en Oblivion es el presente, ese presente ya representado desde hace años en el cine, desde antes que la estatua de la libertad yaciera semienterrada, ignorada por esos monos con revólver que volvían a dominar el mundo. Y las plataformas lamentándolo mucho, son ya muy conocidas. En Oblivion verás buenas escenas y una película de aventuras más o menos pero se echa de menos el guión novedoso de una historia que haga reflexionar, una historia que profundice algo más sobre el sentido de la misión y, sobre todo, que nos llene de la tensión por ver el siguiente paso. Oblivion es un combate con escenas sin fuerza, un espectáculo sin ficción y una misión que se presenta correctamente pero que se desparrama a pesar de todo. Spoiler. OblivionNo es mala película. Verla en el cine tiene sus alicientes pero algunos queremos ciencia ficción de la antigua porque somos así de caprichosos; la de hoy día está visto que ya no nos sorprende. Echamos de menos la poderosa ciencia ficción de la intriga, la de mantener la respiración, aunque sea la "cifi" de andar por casa, como la de Gattaca, que viajaban a Titán en cohete con chaqueta y corbata. La ciencia ficción debería ser, sobre todo, imaginación y desasosiego; no sólo espectáculo deslumbrante de batallitas y saltos a lo misión imposible. Oblivion
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