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Yummy es una orgía de sangre, violencia y diversión en la que una pareja joven viaja a un hospital en mal estado de Europa del Este para someterse a una cirugía plástica. La joven quiere una reducción de senos. Su madre viene para otro lavado de cara. Vagando por una sala abandonada, el novio se topa con una mujer joven, amordazada y atada a una mesa de operaciones; ella es el resultado de un tratamiento experimental de rejuvenecimiento. Él la libera, pero no se da cuenta de que acaba de causar el brote de un virus que transformará a los médicos, pacientes y su suegra en zombis sedientos de sangre. YummyCritica: Todo maestro tiene sus alumnos, algunos siguen las lecciones al pie de la letra y otros las adaptan a sus necesidades. David Croneberg y su nueva carne sigue, para el que esto escribe, tan vigente como el primer día: las cirugías invasivas e ilegales, esos hospitales donde todo es tan impoluto como sospechoso y los personajes con pulsiones sexuales. Brandon Cronemberg con Antiviral, intentó acercarse a los caminos de sus padres pero el resultado era demasiado impersonal y sin embargo es el belga Lars Damoiuseaux con su sangrienta Yummy quien acerca David Cronemberg al gore extremo.Michael lleva a su novia, Alison, y a la madre de esta, Sylvia, a un hospital – situado en cualquier país ignoto de Europa- especializado en operaciones de cirugía estética de bajo coste o alegales. Mientras Alison y Sylvia reciben sus tratamientos, Michael visita el hospital con Daniel, un bon vivant que aprovecha su trabajo en el hospital para conseguir drogas y dar “cariño” a las mujeres que llegan solas al hospital. Cuando Michael encuentra una mujer atada a una cama, con una extraña máscara en el rostro, el infierno se desatará sobre la tierra.Lars Damoiuseaux y su coguionista Eveline Hagenbeek no se andan por las ramas con la ópera prima de Lars: aquí se viene a pasar un buen/mal rato y el entretenido prólogo lo deja claro, lo mismo que la presentación de los personajes principales como Michael y el gran problema de Alison, en una secuencia tan grosera como realista. No hay trampa ni cartón en Yummy, el humor es a veces basto y la historia toma demasiada velocidad en su primera media hora, donde se presenta el escenario y el resto de los protagonistas y cuando llega el estallido de la enfermedad uno se pregunta cómo van a rellenar la hora siguiente. Aunque el ritmo es irregular y a veces se notan los altibajos, Lars Damoiuseaux maneja la cámara con brío y hay secuencias más que logradas con sangre y tripas, muchas tripas, despertando gritos de “noooo” en más de una ocasión y si eres hombre permíteme que te diga esto: prepárate para reír y sufrir en la secuencia de la cocina.Los tópicos de las películas zombis están aquí, todos, y alguno resulta poco aprovechado mientras otros se meten con calzador – el origen del estallido, por ejemplo – pero eso no resta puntos a la diversión pura y dura, a la casquería que remite directamente a Peter Jackson y otras se permite homenajes explícitos – apuntalados por la música de Nico Renson – a 28 Days Later de Danny Boyle.Gran parte del acierto de Yummy, aparte de una historia que jamás se detiene y es capaz de reinventarse, es el más que logrado casting: Maaike Neuville aporta dulzura a este personaje con una gran carga vital, aplausos para Bart Hollanders como el antihéroe Michael y cierta decepción con Benjamin Ramon como Daniel, ya que no termina de rellenar un personaje que necesitaba más dosis de canalleo; entre los secundarios destacar a la hermosísima Clara Cleymans, perfecta como insensible mujer de negocios, cuya presencia sabe a poco, y dejo para el final a Tom Audenaert, protagonista de la – para mí – mejor secuencia de la película.Yummy es como el mejor cine de David Cronemberg pasado por el filtro de Peter Jackson, es trepidante, está repleta de hallazgos y al que esto escribe no le importaría una segunda parte.Atrévete a entrar en este siniestro hospital, ya verás qué ocultan sus puertas.
Marie es una joven repudiada por la pequeña y cerrada comunidad costera en la que vive. Su madre está postrada en una silla de ruedas, víctima de una rara enfermedad, y su padre trata de mantener a las dos alejadas de las miradas del pueblo. Un día, Marie descubre que su cuerpo está empezando a transformarse y decide profundizar en los oscuros secretos de su familia.
Rudolph es un chico de trece años que es además vampiro. La vida del joven se complica en el momento en el que un prestigioso cazavampiros comienza a perseguirles a él y al resto de su clan. En medio de esto, Rudolph conoce a Tony, un humano de su misma edad al que le fascinan los castillos abandonados, las tumbas y los vampiros. Así, Tony ayudará a Rudolph en sus batallas contra sus enemigos a medida que se salvan el uno al otro, forjándose de esa manera una bonita amistad. Der kleine Vampir vampiroCritica:Por una parte, soy un tardío fan de la cinta original. En 1983 me pareció un pestiño (era un adolescente abducido por ‘La guerra de las galaxias’); en 1992, en mi opinión, el montaje del director mejoraba (y mucho) la propuesta; pero no fue hasta hace algunos pocos años, ya en formato blue-ray, en que me sedujo y cautivó por completo y sin reservas. Por otra parte, soy un entusiasta admirador del director Denis Villeneuve, de quien sólo he visto aciertos de todo género y planteamiento, un virguero de las imágenes y del montaje, un artista incontestable y evidente, lo mejor que me he encontrado en una sala de cine en lo que va de siglo. Es decir, que iba con ganas y sana curiosidad al cine, esperando encontrar un propuesta inédita y – sea cual fuera el camino elegido – llena de aciertos… pero nada más lejos de la realidad.Pero vayamos por partes, porque hay muchos aciertos pero también otros tantos deméritos dignos de mención. Entre lo positivo está la puesta en escena que recrea, prolonga y amplía la arrebatadora estética primigenia: esa llovizna casi constante, esa ausencia de horizonte, claridad y sol, ese opresivo presente de pesadilla que parece abocarnos al abismo, esa mezcolanza entre replicantes y humanos que vuelve confuso lo cotidiano y nos hace desconfiar tanto de lo que vemos como de lo que sentimos; una fotografía innovadora y sugerente, llena de claroscuros y contrastes, que nos engulle como un torbellino y nos escupe despojos hediondos a cada fotograma; una escenografía espeluznante que desdeña lo efímero y encumbra lo sintético y alambicado. vampiroEs decir, en cuanto al universo visual nos hallamos ante una propuesta insólita, apabullante y portentosa, llena de matices y aciertos.Sin embargo, las flaquezas y deficiencias acaban por erigirse en las grandes protagonistas de la función. Un metraje tan desmesurado como innecesario (sobra casi toda una hora), alargando las escenas hasta la inanición y la abulia; una historia tan poco carismática y tan porfiadamente vaporosa que hacedesfallecer el ánimo y obliga a esperar a que la próxima escena rescate del tedio al espectador y haga avanzar la trama hacia algún lugar digno de interés, cayendo siempre en subrayados innecesarios y en tópicos previsibles, ahogando toda ambigüedad y anulando cualquier estímulo. La calma y el reposo casan mal con una supuesta cinta de acción, por muy ensimismada y reflexiva que pretenda ser. Y las cavilaciones sobre la vida, la muerte, los milagros de la existencia y la magia de la procreación resultan tan patosas como primitivas, tan superficiales como chirriantes.Hay algunas escenas aisladas que descuellan y deslumbran, dignas de perdurar en la memoria cinéfila (como, entro otras, ese baile erótico que sobrepone a dos personajes en abigarrado aquelarre de lo imposible o ese ‘nacimiento’ brusco y sin remilgos de una replicante abocada a su exterminio), pero son momentos inconexos y solitarios, que impresionan por su esplendor y singularidad, pero desentonan por carecer de engarce y coherencia. vampiro
Una familia que vive aislada de la civilización en un paraje desértico es acosada por una misteriosa bestia. El páramoCrotoca: *Asfixiante atmósferaEl Páramo nos traslada al siglo XIX en España, lugar de guerras y peligros, siendo esta la principal razón por la cual se encierra al espectador en un rural hogar de madera junto a Lucía, Salvador y su hijo Diego.Desde el inicio el director catalán va configurando un ambiente tenso y plantando con cuidado los antecedentes que le servirán más adelante. El resultado es una asfixiante y magnética atmósfera que perdura hasta el final de la cinta sin permitir al espectador abstraerse de la historia.El dúo interpretativo está protagonizado por Inma Cuesta y un prometedor Asier Flores que conectan con el espectador para después guiarle por una historia de madurez y terror psicológico. A esta historia se le suma Roberto Álamo que, a pesar de una menor presencia en escena consigue implantar fuertemente su lugar, y sus dos breves monólogos consiguen hacerle revivir al espectador los fantasmas del pasado de su personaje gracias a una mirada cristalina inundada por el miedo. La dirección de actores realiza un gran trabajo y esto se nota en el resultado de la cinta.*Un competente guionEl mayor peligro para El Páramo es su única localización, lo que puede hacer que el guion y las acciones caigan en una aburrida rutina. Sin embargo, gracias a un perspicaz guion que inteligentemente aprovecha los antecedentes para impulsar la acción el problema se esquiva hasta aproximarse el tercer acto, donde la historia tropieza levemente con su propio escalón.Asimismo, en esta historia sobre la madurez se dejan ver algunos errores propios de los posibles comienzos, como las narraciones en voz alta de los pensamientos de los personajes. Aunque como herramienta es útil, es una manera pobre y poco original que nada a contracorriente de lo que propone esta especial historia.Sin embargo, a pesar de ello sigue siendo una buena historia sobre cómo el peligro siempre puede acechar, aunque sea a partir de nuestra propia mente. El foco de atención se pone excelentemente bien en el viaje personal de madurez de Diego, quien ante la ausencia de su padre y el peligroso desgaste psicológico de su madre deberá hacer frente a miedos, y lo más importante, la comprensión de la situación que está viviendo.*El comienzo de un estilo directo atractivoDavid Casademunt consigue mostrar con El Páramo un estilo directivo aún por definir, pero que ya deja ver rasgos personales y distintivos que, lamentablemente chocan en esta ocasión con un a veces cliché uso de la música en las películas de terror. La composición musical para la película es elegantemente funcional a la hora de potenciar y narrar en algunas escenas. Sin embargo, a veces cae en el sobre exceso, y potencia por falta de confianza en la atmósfera generada escenas de terror que funcionaban perfectamente. Los golpes de música aunque no sean demasiado recurrentes se sienten demasiados convencionales para una original propuesta como es esta.Por otro lado, tenemos una gran hiperrealista fotografía que no se queda atrás en el relato creado. La iluminación es el elemento principal de la escena dando vida a elementos inertes y alterando las dimensiones del espacio de manera excepcional. Los ricos contraluces funcionan eficazmente, y la cálida, aunque a veces pálida paleta interior se contrapone con unas aterradoras escenas exteriores frías y nocturnas que dejan al espectador conteniendo la respiración a la vez que se sucede la acción. En conclusión, la fotografía de Isaac Vila es brillante y decisiva para la creación de una atmósfera que te sumerge de lleno.*Inma Cuesta y Asier FloresDeteniéndome algo más en el trabajo interpretativo realizado, Inma Cuesta y Asier Flores logran unos resultados magníficos. Por un lado, Inma Cuesta deja sin habla con una interpretación sólida que progresivamente va mostrando un desgaste físico y psicológico de una mente atormentada que acaba siendo azotada por la enfermedad.Por otro lado, Asier Flores tan pequeño, pero tan grande a la vez, ofrece una interpretación firme y con una gran evolución. Comienza siendo un pequeño niño débil y con gran amor que es demasiado curioso, a un gran niño capaz de cuidar y velar con responsables acciones por el bien de su familia. Además, acaba demostrando una gran capacidad para abordar los problemas que se le presentan, siendo tan solo un niño, que, al fin y al cabo, ha sido obligado a madurar. No todos los héroes llevan capa.*ConclusiónEl Páramo es una buena ópera prima en solitario del director David Casademunt que consigue consolidar una sólida historia utilizando el terror psicológico para presentar su relato sobre la madurez con un guion inteligente y bien escrito.Si bien, es una película que aún contiene imperfecciones, pero de eso se tratan los comienzos. David Casademunt consigue con esta distintiva historia colocarse en el punto de mira, y creo que hablo por muchos diciendo que estamos deseosos de ver su proceso de maduración.
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