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Texas, 1978. Una ex estrella de rodeo y criador de caballos retirado (Eastwood) acepta un encargo de un antiguo jefe: traer a su hijo pequeño desde México de vuelta a casa para alejarlo de su madre alcohólica. En el viaje, ambos se embarcarán en una inesperada aventura.... Cry MachoCritica: esa llovizna casi constante, esa ausencia de horizonte, claridad y sol, ese opresivo presente de pesadilla que parece abocarnos al abismo, esa mezcolanza entre replicantes y humanos que vuelve confuso lo cotidiano y nos hace desconfiar tanto de lo que vemos como de lo que sentimos; una fotografía innovadora y sugerente, llena de claroscuros y contrastes, que nos engulle como un torbellino y nos escupe despojos hediondos a cada fotograma; una escenografía espeluznante que desdeña lo efímero y encumbra lo sintético y alambicado. Es decir, en cuanto al universo visual nos hallamos ante una propuesta insólita, apabullante y portentosa, llena de matices y aciertos.Sin embargo, las flaquezas y deficiencias acaban por erigirse en las grandes protagonistas de la función. Un metraje tan desmesurado como innecesario (sobra casi toda una hora), alargando las escenas hasta la inanición y la abulia; una historia tan poco carismática y tan porfiadamente vaporosa que hacedesfallecer el ánimo y obliga a esperar a que la próxima escena rescate del tedio al espectador y haga avanzar la trama hacia algún lugar digno de interés, cayendo siempre en subrayados innecesarios y en tópicos previsibles, ahogando toda ambigüedad y anulando cualquier estímulo. La calma y el reposo casan mal con una supuesta cinta de acción, por muy ensimismada y reflexiva que pretenda ser. Y las cavilaciones sobre la vida, la muerte, los milagros de la existencia y la magia de la procreación resultan tan patosas como primitivas, t.... Cry Macho
Cuando en Fort Humboldt, un puesto militar situado en el lejano Oeste, se propaga una severa epidemia de difteria, las autoridades envían un tren con ayuda sanitaria y soldados de reemplazo. Pero, de repente, desaparecen misteriosamente dos oficiales, y en el tren se producen muertes y sabotajes inexplicables.
Antología de seis capítulos, cada uno enfocado desde una perspectiva distinta con respecto a la frontera norteamericana y a los peculiares personajes que habitan en sus alrededores. Cada parte cuenta una historia distinta basada en las convenciones del Lejano Oeste de los Estados Unidos. La balada de Buster ScruggsCriticaCanciones, polvo, mesas de póquer, sartenes, indios (americanos), un pollo, oro, los ladridos de un perro, dos tipos de personas, la muerte.Anoche me enganché a un libro antiguo. Era del 1873. Se trataba de una recopilación de relatos ambientados en el lejano oeste titulado “The Ballad of Buster Scruggs and Other Tales of the American Frontier”. La edición era de lujo, con tapa dura, y cada relato estaba introducido por una magnífica ilustración de una escena que aparecería en él. Encontré música, colores, humor, drama, filosofía, acción…Ah, no, que no era un libro de verdad. Los hermanos Coen nos la han vuelto a colar; como cuando nos aseguraban al principio de “Fargo” que aquella historia estaba basada en hechos reales, ahora juegan a fingir que “The Ballad of Buster Scruggs” es la adaptación de un libro.Entonces, unificados por el marco incomparable del salvaje oeste americano se dan cita seis relatos que componen una completa antología de lo que es el cine de los hermanos Coen. Y no se echa en falta ninguna de sus señas de identidad: un envoltorio atractivo, un guion consistente y a rebosar de líneas memorables, actores que disfrutan con sus personajes (algunos con incontinencia verbal, otros casi mudos)…, y por encima de todo un omnipresente humor negro.La película es irregular, pero no porque tenga capítulos buenos y capítulos mediocres, sino porque mezcla en sus seis cortometrajes todos los registros de los Coen, desde la comedia histriónica hasta la tragedia griega.A cada espectador le va a gustar más un relato u otro, pero no hay uno solo que deba menospreciarse; al menos a mí me pareció que todos ellos tienen potencial para dejar huella. (Mis favoritos: “The Ballad of Buster Scruggs”, “The Gal Who Got Rattled” y “The Mortal Remains”.)La frase: «La inseguridad… es apropiada para asuntos de este mundo. La seguridad se nos revela en el más allá. Creo que la seguridad respecto a lo que vemos y tocamos pocas veces está justificada, si puede estarlo. En la historia, desde nuestro pasado, ¿qué seguridades han perdurado? Y aun así nos precipitamos a buscar otras nuevas, buscando su consuelo. ¿Seguridad?..., es el camino fácil.»El personaje: Buster Scruggs (Tim Blake Nelson) es el más carismático; por algo le llaman el Pájaro Cantor de San Saba, entre otras cosas.La escena para el recuerdo: los tiroteos están todos magníficamente filmados, son tensos y divertidos, pero a parte de eso destacaría la negociación entre el personaje de Tom Waits y un búho. La balada de Buster Scruggs
El legendario agente del orden y pistolero Wild Bill Hickok tiene que apaciguar al pueblo más salvaje del oeste. Al mismo tiempo que imparte justicia, su reputación de pistolero más rápido del oeste será puesta a prueba. HickokCritica:Por una parte, soy un tardío fan de la cinta original. En 1983 me pareció un pestiño (era un adolescente abducido por ‘La guerra de las galaxias’); en 1992, en mi opinión, el montaje del director mejoraba (y mucho) la propuesta; pero no fue hasta hace algunos pocos años, ya en formato blue-ray, en que me sedujo y cautivó por completo y sin reservas. Por otra parte, soy un entusiasta admirador del director Denis Villeneuve, de quien sólo he visto aciertos de todo género y planteamiento, un virguero de las imágenes y del montaje, un artista incontestable y evidente, lo mejor que me he encontrado en una sala de cine en lo que va de siglo. Es decir, que iba con ganas y sana curiosidad al cine, esperando encontrar un propuesta inédita y – sea cual fuera el camino elegido – llena de aciertos… pero nada más lejos de la realidad.Pero vayamos por partes, porque hay muchos aciertos pero también otros tantos deméritos dignos de mención. Entre lo positivo está la puesta en escena que recrea, prolonga y amplía la arrebatadora estética primigenia: esa llovizna casi constante, esa ausencia de horizonte, claridad y sol, ese opresivo presente de pesadilla que parece abocarnos al abismo, esa mezcolanza entre replicantes y humanos que vuelve confuso lo cotidiano y nos hace desconfiar tanto de lo que vemos como de lo que sentimos; una fotografía innovadora y sugerente, llena de claroscuros y contrastes, que nos engulle como un torbellino y nos escupe despojos hediondos a cada fotograma; una escenografía espeluznante que desdeña lo efímero y encumbra lo sintético y alambicado. HickokEs decir, en cuanto al universo visual nos hallamos ante una propuesta insólita, apabullante y portentosa, llena de matices y aciertos.Sin embargo, las flaquezas y deficiencias acaban por erigirse en las grandes protagonistas de la función. Un metraje tan desmesurado como innecesario (sobra casi toda una hora), alargando las escenas hasta la inanición y la abulia; una historia tan poco carismática y tan porfiadamente vaporosa que hacedesfallecer el ánimo y obliga a esperar a que la próxima escena rescate del tedio al espectador y haga avanzar la trama hacia algún lugar digno de interés, cayendo siempre en subrayados innecesarios y en tópicos previsibles, ahogando toda ambigüedad y anulando cualquier estímulo. La calma y el reposo casan mal con una supuesta cinta de acción, por muy ensimismada y reflexiva que pretenda ser. Y las cavilaciones sobre la vida, la muerte, los milagros de la existencia y la magia de la procreación resultan tan patosas como primitivas, tan superficiales como chirriantes.Hay algunas escenas aisladas que descuellan y deslumbran, dignas de perdurar en la memoria cinéfila (como, entro otras, ese baile erótico que sobrepone a dos personajes en abigarrado aquelarre de lo imposible o ese ‘nacimiento’ brusco y sin remilgos de una replicante abocada a su exterminio), pero son momentos inconexos y solitarios, que impresionan por su esplendor y singularidad, pero desentonan por carecer de engarce y coherencia. Hickok
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