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Año 1876. Durante los estertores de la última guerra carlista, una niña es rescatada de un orfanato por una misteriosa mujer que habita en lo profundo del bosque. Malherida, y sintiendo estar al borde de la muerte, la pequeña creerá ver en ella a un ángel que ha venido a buscarla para llevársela al Cielo. No tardará en descubrir, al amanecer del nuevo día, que este extraño ser le ha donado la vida eterna a cambio de su compañía. Bajo su nueva condición, tendrá que ‘vivir’ el doloroso paso del tiempo encerrada en su niñez, y contar infinidad de lunas hasta conocer a Cándido, un hombre humilde que le acogerá en su casa como si de su propia hija se tratase, y con el que comenzará su viaje en contra de su nueva naturaleza y el sueño de recuperar su vida arrebatada.
Basada en una novela de Tim Tharp, cuenta la historia de Sutter Keely (Teller), un estudiante juerguista que un día conoce a Aimee Finicky (Woodley), una tímida e inadaptada adolescente. Sutter se propone entonces realizar un experimento social con el fin de comprobar si es capaz de influir en la vida de las personas, y la cobaya será Aimee. The Spectacular Now El esplendoroso presenteCritica:Una de las películas más aclamadas del cine independiente norteamericano de este año que está llegando a su fin ha sido 'The spectacular now', una adaptación de una novela homónima escrita por Tim Tharp cuya trama gira en torno a la figura de Sutter, un adolescente simpático, divertido y “fiestero” que, tras ver rota su relación con Cassidy (la típica rubia atractiva y “guay” del instituto), conoce a Aimee, una buena estudiante, tímida, seria y muy responsable pero no precisamente llamativa. Sin saber muy bien cómo, ambos congenian inmediatamente y, aunque Sutter no parece darle mayor importancia al principio, su relación va ganando en fuerza y profundidad rápidamente y pasa de la amistad al amor casi sin pretenderlo.El esplendoroso presenteSeguramente os suene a historia ya vista “varias” veces en otras películas, y puede que sea así, pero lo cierto es que es una de esas pequeñas y encantadoras historias que enganchan desde el primer momento, básicamente por la simpatía que despiertan sus protagonistas. Los dos jóvenes actores que los interpretan, Miles Teller y Sheilene Woodley, tienen toda la “culpa” de ello ya que su trabajo derrocha toneladas de carisma y naturalidad. Y eso que sus personajes no son planos en absoluto (siendo adolescentes llenos de dudas y a punto de ser adultos, ¿cómo iban a serlo?), lo cual hace más difícil su labor, pero ambos resultan totalmente convincentes en todo momento, tanto en las escenas graciosas como en las más emotivas, las más dramáticas o las más reflexivas. Mención especial para ella que, saliéndose totalmente del prototipo de actriz joven y atractiva, ya dio buenas muestras de tener talento para esto de la actuación en la recomendable Los descendientes y que aquí lo confirma de forma sobresaliente. El resto de secundarios (con “veteranos” como Kyle Chandler, Jennifer Jason Leigh o Saul Goodman, digo, Bob Odenkirk al frente) tampoco desentona, pero sus apariciones son breves y quedan eclipsadas por la historia principal. El esplendoroso presente
Cuando Max (John Cho), padre soltero, descubre que tiene una enfermedad terminal, decide intentar compensar todos los años de amor y apoyo que se perderá con su hija adolescente Wally (Mia Isaac) en el tiempo que le queda con ella. Con la promesa de unas ansiadas clases de conducción, convence a Wally para que le acompañe en un viaje por carretera desde California hasta Nueva Orleans para asistir a una reunión de antiguos alumnos de la universidad, en la que secretamente espera reunirla con su madre, que les abandonó hace tiempo....No me dejes marcharCritica: ese opresivo presente de pesadilla que parece abocarnos al abismo, esa mezcolanza entre replicantes y humanos que vuelve confuso lo cotidiano y nos hace desconfiar tanto de lo que vemos como de lo que sentimos; una fotografía innovadora y sugerente, llena de claroscuros y contrastes, que nos engulle como un torbellino y nos escupe despojos hediondos a cada fotograma; una escenografía espeluznante que desdeña lo efímero y encumbra lo sintético y alambicado. Es decir, en cuanto al universo visual nos hallamos ante una propuesta insólita, apabullante y portentosa, llena de matices y aciertos.Sin embargo, las flaquezas y deficiencias acaban por erigirse en las grandes protagonistas de la función. Un metraje tan desmesurado como innecesario (sobra casi toda una hora), alargando las escenas hasta la inanición y la abulia; una historia tan poco carismática y tan porfiadamente vaporosa que hacedesfallecer el ánimo y obliga a esperar a que la próxima escena rescate del tedio al espectador y haga avanzar la trama hacia algún lugar digno de interés, cayendo siempre en subrayados innecesarios y en tópicos previsibles, ahogando toda ambigüedad y anulando cualquier estímulo. La calma y el reposo casan mal con una supuesta cinta de acción, por muy ensimismada y reflexiva que pretenda ser. Y las cavilaciones sobre la vida, la muerte, los milagros de la existencia y la magia de la procreación resultan tan patosas como primitivas, tan superficiales como chirriantes.Hay algunas escenas aisladas que descuellan y deslumbran, dignas de perdurar en la memoria cinéfila (como, entro otras, ese baile erótico que sobrepone a dos personajes en abigarrado aquelarre de lo imposible o ese ‘nacimiento’ brusco y sin remilgos de una replicante abocada a su exterminio), pero son momentos inconexos y solitarios, que impresionan por su esplendor y singularidad, pero desentonan por carecer de engarce y coherencia... No me dejes marchar
Un holgazán, que hace todo lo posible por evitar conflictos, entabla una amistad inimaginable con un peligroso matón que entra en su vida de forma repentina.... La svoltaCritica: esa ausencia de horizonte, claridad y sol, ese opresivo presente de pesadilla que parece abocarnos al abismo, esa mezcolanza entre replicantes y humanos que vuelve confuso lo cotidiano y nos hace desconfiar tanto de lo que vemos como de lo que sentimos; una fotografía innovadora y sugerente, llena de claroscuros y contrastes, que nos engulle como un torbellino y nos escupe despojos hediondos a cada fotograma; una escenografía espeluznante que desdeña lo efímero y encumbra lo sintético y alambicado. Es decir, en cuanto al universo visual nos hallamos ante una propuesta insólita, apabullante y portentosa, llena de matices y aciertos.Sin embargo, las flaquezas y deficiencias acaban por erigirse en las grandes protagonistas de la función. Un metraje tan desmesurado como innecesario (sobra casi toda una hora), alargando las escenas hasta la inanición y la abulia; una historia tan poco carismática y tan porfiadamente vaporosa que hacedesfallecer el ánimo y obliga a esperar a que la próxima escena rescate del tedio al espectador y haga avanzar la trama hacia algún lugar digno de interés, cayendo siempre en subrayados innecesarios y en tópicos previsibles, ahogando toda ambigüedad y anulando cualquier estímulo. La calma y el reposo casan mal con una supuesta cinta de acción, por muy ensimismada y reflexiva que pretenda ser. Y las cavilaciones sobre la vida, la muerte, los milagros de la existencia y la magia de la procreación resultan tan patosas como primitivas, tan superficiales como chirriantes.Hay algunas escenas aisladas que descuellan y deslumbran, dignas de perdurar en la memoria cinéfila (como, entro otras, ese baile erótico que sobrepone a dos personajes en abigarrado aquelarre de lo imposible o ese ‘nacimiento’ brusco y sin remilgos de una replicante abocada a su exterminio), pero son momentos inconexos y solitarios, que impresionan por su esplendor y singularidad, pero desentonan por carecer de engarce y coherencia..... La svolta
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