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Año 1844. Miranda, la frágil e inocente hija de unos granjeros, es invitada a pasar una temporada en el castillo de Dragonwyck, donde vive un primo lejano de su madre, Nicholas Van Ryn, su esposa enferma y su hija. Miranda se enamora de Van Ryn, quien, al poco de enviudar, se casa con ella, pero entonces empiezan a salir a la luz turbios secretos.
Bruno es un dedicado bailarín que ama a su novia Carla. Sin embargo, un día conoce a otro bailarían llamado Rai y se enamora perdidamente de él, dando lugar a un fogoso triángulo amoroso.
Diez años después de la caída de la economía occidental, las minas australianas continúan en actividad y atraen a los hombres más desesperados e incluso los más peligrosos. En medio de una sociedad moribunda, sobrevivir es una combata de cada día y no hay leyes. Eric abandonó todo. Ahora es un vagabundo, un hombre solo, un hombre amargado. Cuando una pandilla le roba lo único que le queda, su coche, decide perseguir a sus miembros. Para encontrarlos, sólo puede contar con Rey, un antiguo miembro de la banda, abandonado por sus amigos cuando recibió una herida. Los dos hombres están obligados a hacer equipo y emprenden un recorrido lleno de sorpresas…The Rover RoverCritica:El mundo en su recta final tras los efectos arrasadores del colapso económico. Agonizando ya. Consumiéndose a sí mismo. Sin esperanza, sin futuro. Quizá pueda producirse un renacimiento, una reconstrucción, a partir de una vuelta a la condición primitiva del hombre. Pero el estado de las cosas en el universo perfilado por David Michôd (“Animal Kingdom”) no tiene arreglo, pues la descomposición es evidente: tierras quemadas y personajes condenados y malheridos, atrapados en una dinámica de caída permanente. Extinguiéndose. Y el paso siguiente, fijaos, podría no ser otro que el posapocalipsis mad max de su compatriota George Miller. RoverEl comienzo, desconcertante, con la extraña entrada al karaoke oriental ubicado en pleno desierto, punto de encuentro marciano que operaría como puerta a otra dimensión, me recuerda, en cierto modo, a Nicolas Winding Refn y su manera de enfocar Bangkok como espacio ajeno, un tanto sobrenatural incluso, en la fundamental “Sólo Dios perdona”. Y es que descoloca la fusión de dos culturas tan distintas, lo cual diría que resquebraja aún más la identidad de los aussies. RoverEs posible que la propuesta, una suerte de mixtura western & crime drama, adolezca de alguna caída de ritmo (que acelera y desacelera a conveniencia), algún parón molesto y que se alargue más de lo prudente, pero su potencia como misil a la línea de flotación de la sociedad económica y, por extensión, a nuestra naturaleza humana no es poco bagaje. Inquietante puesta en escena donde la escasez y la devastación son prácticamente totales: paisajes infinitos y áridos, construcciones destruidas, mínimas comunidades de infraseres aislados, violencia que estalla sin previo aviso, comunicación verbal inexistente o de difícil fluidez, calor sofocante, suciedad incrustada, recursos agotados y hasta determinados elementos bizarros (el enano, la mujer) son residuos de una civilización ya en fase de coma, que muta en algo grotesco antes de vivir los últimos estertores. Una barbarie que, como apuntaba antes, iniciará un nuevo mundo o una barbarie que adelanta los síntomas del miserable final del mismo. Rover
En la zona fronteriza que se extiende entre Estados Unidos y México la joven Kate Macer, una idealista agente del FBI, es reclutada por una fuerza de élite del Gobierno para luchar contra el narcotráfico. Bajo el mando de Matt Graver, un frío miembro de las fuerzas gubernamentales, y de Alejandro, un enigmático asesor, el equipo emprende una misión que lleva a la mujer a cuestionarse sus convicciones sobre la guerra contra los narcos y los límites de la ley. SicarioCritica:La escena de apertura marca el paso. Probablemente sea una de las mejores introducciones que nos ha dado un thriller en los últimos años. Un grupo de agentes del FBI irrumpe violentamente en la casa-escondite de un líder de los cárteles mejicanos de la droga. La puesta en escena es apabullante, sin ni un solo plano dejado al azar, y con una banda sonora absolutamente envolvente, consciente de la magnitud de una pesadilla terrorífica y cruel. Marca el paso, decíamos, de un recorrido de dos horas hacia el infierno. El mismo infierno que tantos directores han querido reflejar y que Denis Villeneuve ha venido a rematar. Porque si el narcotráfico en la ficción te despierta el bostezo, Sicario llega para romper los moldes del subgénero y dotarlo de la tensión y la dimensión necesarias para que no te despegues de la butaca. SicarioLa filmografía del director canadiense ya es digna de estudio. Cada nuevo proyecto, por muy diferente que sea, está a la altura del anterior, a la altura de una carrera que comenzó a dispararse con la apabullante Incendies. Y con ese mismo adjetivo podrían definirse cada una de sus nuevas propuestas. Temíamos que el tráfico de drogas entre México y Estados Unidos rompiera su racha, pero es evidente que Villeneuve conoce muy bien el terreno que pisa. Toda realidad puede generar inquietud. Sólo es cuestión de saber transmitirla. SicarioY tensión, inquietud, es lo que desborda Sicario, con un par de escenas en lugares tan cotidianos como un peaje y un túnel, que suponen todo un ejemplo para el cine de acción. Benicio del Toro, un clásico ya del ámbito de las drogodependencias, encaja a la perfección con el personaje antagonista de Emily Blunt. Porque entre escenón y escenón, Villeneuve se cuida también de dotar a sus personajes de la profundidad y del código moral necesarios para que la película no resulte únicamente una mera cinta de acción. Como si tal hazaña no fuera ya digna de elogio. Sicario
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