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Evan Treborn sufre desmayos durante acontecimientos significativos de su vida. A medida que crece, encuentra una forma de recordar estos recuerdos perdidos y una forma sobrenatural de alterar su vida.
Una adolescente frustrada hace que algo se despierte en el bosque después de hacer un ritual para invocar a una bruja para que mate a su madre. Pyewacket EspírituCritica:Si hay algo que se nos antoja peligroso es la magia negra, todo y suponiendo que la persona que se atreva a hacer este tipo de ritual ha de estar avezada en este peligroso arte. Si a falta de esto le sumamos que a quien se le ocurre realizarlo es a una adolescente muy poco ducha en la materia, tenemos un explosivo coctel maravillosamente idóneo para realizar una película. EspírituLeah es una adolescente que tras empaparse de todo tipo de libros de rituales satánicos, ingenuamente realiza un ritual para despertar a una bruja llamada Pyewacket con el fin de cargarse a su madre. La cosa no le sale como esperaba.Con estas premisas estoy seguro que ya se os estará haciendo la boca agua. No nos engañemos, la historia es ingeniosa, su realización cinematográfica no tanto. Plasmar ese universo de forma perversa tendría que haber sido la base fundamental, pero se queda solo en el vestíbulo sin pasar la frontera de lo correcto. Ese freno viene dado por intentar explicarnos por activa y por pasiva la difícil relación entre una amargada madre y su hija en la efervescencia de la juventud, quizás con cuatro pinceladas habría sido suficiente tardando excesivamente en aparecer el auténtico terror. Esto último nos remueve la conciencia, puesto que el tramo final, excesivamente corto, es de armas tomar. Enseguida viene a nuestra mente el deseo de que todo hubiera empezado mucho antes.A pesar de lo dicho tenemos que alabar el elaborado guion, obra de Adam MacDonald, que nos depara alguna que otra sorpresa al finalizar la cinta, reafirmando lo que hemos comentado con anterioridad. El ritmo es muy correcto aunque queda encorsetado en unos escasos noventa minutos, dando la impresión de que acaba apresuradamente. Espíritu
Johnny, Carmen, Dizzy y Ace son cuatro jóvenes amigos que finalizan el instituto y hacen planes para el futuro. En él domina el espacio como el lugar más apetecible para aprender un oficio y trabajar. La Tierra se halla en guerra con una raza de insectos alienígenas gigantes, y los cuatro amigos estudiarán disciplinas para destruirlos. Pero cada uno irá a una unidad diferente, según sus capacidades. Johnny se ve separado de su novia, Carmen, ya que él tiene que ir a infantería. El día que Johnny decide marcharse del ejército, los insectos arrasan su ciudad natal. Es la guerra.
Hanna, una mujer ambiciosa, quiere tener otro hijo antes de que sea demasiado tarde, pero su novio rompe inesperadamente con ella y su mundo se derrumba. Hanna empieza a darse cuenta de que puede estar persiguiendo las cosas equivocadas en la vida.....El año en que empecé a masturbarmeCritica: que nos engulle como un torbellino y nos escupe despojos hediondos a cada fotograma; una escenografía espeluznante que desdeña lo efímero y encumbra lo sintético y alambicado. Es decir, en cuanto al universo visual nos hallamos ante una propuesta insólita, apabullante y portentosa, llena de matices y aciertos.Sin embargo, las flaquezas y deficiencias acaban por erigirse en las grandes protagonistas de la función. Un metraje tan desmesurado como innecesario (sobra casi toda una hora), alargando las escenas hasta la inanición y la abulia; una historia tan poco carismática y tan porfiadamente vaporosa que hacedesfallecer el ánimo y obliga a esperar a que la próxima escena rescate del tedio al espectador y haga avanzar la trama hacia algún lugar digno de interés, cayendo siempre en subrayados innecesarios y en tópicos previsibles, ahogando toda ambigüedad y anulando cualquier estímulo. La calma y el reposo casan mal con una supuesta cinta de acción, por muy ensimismada y reflexiva que pretenda ser. Y las cavilaciones sobre la vida, la muerte, los milagros de la existencia y la magia de la procreación resultan tan patosas como primitivas, tan superficiales como chirriantes.Hay algunas escenas aisladas que descuellan y deslumbran, dignas de perdurar en la memoria cinéfila (como, entro otras, ese baile erótico que sobrepone a dos personajes en abigarrado aquelarre de lo imposible o ese ‘nacimiento’ brusco y sin remilgos de una replicante abocada a su exterminio), pero son momentos inconexos y solitarios, que impresionan por su esplendor y singularidad, pero desentonan por carecer de engarce y coherencia..... El año en que empecé a masturbarme
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