Sara Sandoval es una bella y altiva aristócrata mexicana que se ha educado en Europa y disfruta de los privilegios de una plácida existencia, sin privaciones de ninguna clase. Al otro extremo del espectro social está María Álvarez. Volcánica y rebelde, ella es la deslumbrante hija de un peón de campo. Ellas provienen de lados opuestos de la escala social y, en circunstancias normales, sus caminos probablemente no se hubiesen cruzado nunca. Pero el destino une a estas dos mujeres cuando una banda de pistoleros a sueldo, que trabajan para unos avariciosos barones del ferrocarril, roba las tierras de sus respectivas familias, atacando y asesinando a sus seres más queridos. Empujadas por la necesidad, María y Sara forman de mala gana una alianza con la intención de hallar cumplida venganza. Al decidir tomar cartas en el asunto, se convierten a su vez en prófugas de la ley y en ladronas de bancos.
Dos hermanos y agentes del FBI, Kevin y Marcus, han desempeñado y fracasado torpemente en casos que se les han asignado y su jefe enojado les advierte que la próxima vez que hagan mal cualquier misión serán despedidos. Ambos se disponen a esforzarse por tratar de no volver a fracasar y demostrar que son grandes agentes y se ofrecen para llevar a cabo el próximo caso. Su jefe los pone de encargados de escoltar a dos jóvenes y bellas muchachas millonarias, las hermanas Wilson, desde el aeropuerto hasta su hotel en Hamptons debido a que esas mujeres son dos posibles objetivos de un secuestrador del que se está investigando su identidad.
Cuenta la historia de dos medio hermanos criados a la sombra de un padre terrible. Pese a todo, tienen mucho sentido del humor, y el funeral de su padre es la ocasión perfecta para reinventarse. En esta historia hay cabida para la ira, el dolor, la locura, el amor... y hasta para cavar tumbas.... Raymond & RayCritica: Pero vayamos por partes, porque hay muchos aciertos pero también otros tantos deméritos dignos de mención. Entre lo positivo está la puesta en escena que recrea, prolonga y amplía la arrebatadora estética primigenia: esa llovizna casi constante, esa ausencia de horizonte, claridad y sol, ese opresivo presente de pesadilla que parece abocarnos al abismo, esa mezcolanza entre replicantes y humanos que vuelve confuso lo cotidiano y nos hace desconfiar tanto de lo que vemos como de lo que sentimos; una fotografía innovadora y sugerente, llena de claroscuros y contrastes, que nos engulle como un torbellino y nos escupe despojos hediondos a cada fotograma; una escenografía espeluznante que desdeña lo efímero y encumbra lo sintético y alambicado. Es decir, en cuanto al universo visual nos hallamos ante una propuesta insólita, apabullante y portentosa, llena de matices y aciertos.Sin embargo, las flaquezas y deficiencias acaban por erigirse en las grandes protagonistas de la función. Un metraje tan desmesurado como innecesario (sobra casi toda una hora), alargando las escenas hasta la inanición y la abulia; una historia tan poco carismática y tan porfiadamente vaporosa que hacedesfallecer el ánimo y obliga a esperar a que la próxima escena rescate del tedio al espectador y haga avanzar la trama hacia algún lugar digno de interés, cayendo siempre en subrayados innecesarios y en tópicos previsibles, ahogando toda ambigüedad y anulando cualquier estímulo. La calma y el reposo casan mal con una supuesta cinta de acción, por muy ensimismada y reflexiva que pretenda ser. Y las cavilaciones sobre la vida, la muerte, los milagros de la existencia y la magia de la procreación resultan tan patosas como primitivas, tan superficiales como chirriantes.Hay algunas escenas aisladas que descuellan y deslumbran, dignas de perdurar en la memoria cinéfila (como, entro otras, ese baile erótico que sobrepone a dos personajes en abigarrado aquelarre de lo imposible o ese ‘nacimiento’ brusco y sin remilgos de una replicante abocada a su exterminio), pero son momentos inconexos y solitarios, que impresionan por su esplendor y singularidad, pero desentonan por carecer de engarce y coherencia.... Raymond & Ray
Cuando Gabriela, una ejecutiva de San Francisco, gana un hotel en Nueva Zelanda, dejará atrás la vida en la ciudad para restaurar la propiedad con ayuda de Jake Taylor, un apuesto contratista. Amor en obrasCritica*Falling inn Love (Amor de Posada)Para que nadie pierda el tiempo y antes de comenzar con este pastelito rosa, totalmente repleto de calorías y grasas saturadas, solo les advierto y después decidan, que no es ni más ni menos (siendo benevolente), que cualquiera de las películas de sobremesa de los fines de semana, en cualquier canal en abierto, ahora suelen ser preferentemente, de origen teutón.Dicho queda y sigo.Chica americana, joven y guapa, en paro y sin pareja (lo del ex novio de la niña, es para que pase a los Anales del Cine), es agraciada (manda eggs), con un hotel en Nueva Zelanda.¿Sigo?El hotel está medio en ruinas, pero ello se afana en restaurarlo. Eso sí, previamente ha conocido al soltero de oro del lugar Jake (Adam Demos), que por un nuevo azar del destino, es contratista.No sabemos si estamos en Nueva Zelanda o en Disney World; todo el pueblo es maravilloso, desde el galán hasta la supuesta mala de la película.No faltan la pareja enamorada de gays, que la reciben con los brazos abiertos, el dueño del Bricomart que está loco con ella, porque en vez de Norman lo ha llamado Norm, la dueña del Vivero que parece su madre o su hermana y hasta una cabrita que se lleva la mitad de la película dando calor.Para que todo no sea felicidad, al pobre galán se le murió la novia hace tres años y además encuentran unas cartas de amor dentro de un tabique e investigan si pudo ser de la anterior dueña de la casa.Gotas de humor (se rompe un grifo, se cae una puerta o el chillido que pega la nueva dueña del hotel cada vez que ve a la cabrita), y sinceramente mejor me callo, porque me estoy conteniendo y bastante enfadado ando con los amigos de Netflix, a los cuales suelo defender a ultranza, pero queridos, lo defendible, no lo totalmente indefendible, que no soy espartano.*La afortunada y el contratistaGabriela, la afortunada, (Christina Milian), excelente cantante de R&B (para esto tenemos un experto en Cinemagavia, pero bueno, con tu permiso Fran); una especie de música jazz, movidita y con ritmo).Como sin con un par de participaciones intrascendentes en el cine, llega Mediaset y pone a Rosa López a interpretar la segunda parte de Love Story (1970), pero además, pasada por el filtro de Esta casa es una ruina (1986) y Bajo el sol de la Toscana (2003).Zapatera a tus zapatos, por Dios, que te llevas toda la película chillando, poniendo caritas y luciendo tipito. Pésima en la presunta parte cómica y horrible en la presunta parte dramática, al menos podías haber cantado algo, querida.Jake, el galán contratista (Adam Demos), actor australiano de televisión, su primer papel protagonista en una cinta; Lo siento, pero más de lo mismo y además este no canta, júzguenlo ustedes, le deseo lo mejor.*El que pasaba por allíEl director (Roger Kumble), estadounidense; guionista (no aquí), director de cine y dramaturgo.Con dos obras curiosas en su haber, o al menos no desdeñables; Crueles Intenciones (1999) y La cosa más dulce (2002).Un drama adolescente, con una maquiavélica apuesta y una simpática comedia, que se apartaba un poco de los cánones tradicionales.Querido, ni Netflix ni San Netflix, que no me creo, que no supieses a donde iba destinado, el medio engendro que estabas realizando. Amor en obrasCon un guion digno de Ed Wood en su peor momento, unos actores pésimos (córcholis, hasta los secundarios, solo se salva la cabra), un montaje hecho por tu peor enemigo, y lo peor de todo, querido, que consigues justo el efecto contrario que buscas, casi hacer llorar cuando pretendes hacer reír y viceversa.Y por Dios Roger, ¿No había más estereotipos que añadir a tu flamante cinta?.*ConclusiónHoy lo siento, queridos navegantes. No voy a recomendar que vean Amor en obras o Falling Inn Love (su título en Inglés). Hagan lo que estimen conveniente.Amor en obras es un despropósito de principio a fin, la presunta comicidad es nula y hasta absurda y la presunta parte dramática, la he visto mejor en Torrente (1998).Tirón de orejas y gordo a los últimos estrenos Netflix, ya sean producidos o distribuidos, no sé que ha pasado, pero parece que el capricho de Scorsese de 3 horitas y 160 millones de dólares, ha dejado las cabezas de los altos ejecutivos de la plataforma tan vacías como sus arcas. Amor en obras
No volver a mostrar