Recién comprometidos, Emily (Phoebe Dynevor) y Luke (Alden Ehrenreich), una próspera pareja de Nueva York, no se cansan el uno del otro. Cuando surge un codiciado ascenso en su despiadada empresa financiera, los intercambios de apoyo entre los amantes comienzan a agriarse hasta convertirse en algo más siniestro. A medida que la dinámica de poder cambia irrevocablemente en su relación, Luke y Emily deben enfrentarse al verdadero precio del éxito y a los desconcertantes límites de la ambición.....Juego limpioCritica: La película comienza buceando en uno de los aspectos psicológicos clave en la viabilidad de cualquier relación de pareja: la idea que tenemos de nosotros mismos comparada con nuestra pareja, si somos más, menos o igual que el otro. Con el cambio de roles en nuestra sociedad moderna no son pocas las parejas que trabajan en el mismo ámbito y se enfrentan a ese dilema, ¿quien es mejor que quien? Y parece claro que el hombre lleva peor el sentirse menos que su pareja, sobre todo cuando eso ocurre durante la relación y se tiene que cambiar, a la baja, la percepción que se tenía de uno mismo.Apoyado en un buen guion y en la excelente interpretación de la pareja protagonista, ese aspecto está muy bien tratado en la mayor parte de la cinta, tanto en sus diálogos como en las situaciones intimas o profesionales a las que se ven expuestos. Nos muestra con acierto y profundidad como esos cambios afectan a toda la relación de la pareja, vida sexual incluida, exponiendo con acierto como remueven lo más profundo de tu ser, resultando todo más que interesante.Ahora bien, ya cerca del final parece que todo se le va un poco de las manos, precipitando en los personajes reacciones un poco extremas, lo que le resta mucho valor..... Juego limpio
Ellos son la primera generación de superhéroes. Ahora que deben pasar el testigo a sus hijos, las tensiones aumentan... y ya no valen las viejas normas. Jupiter's Legacy El legado de JúpiterCritica:Por una parte, soy un tardío fan de la cinta original. En 1983 me pareció un pestiño (era un adolescente abducido por ‘La guerra de las galaxias’); en 1992, en mi opinión, el montaje del director mejoraba (y mucho) la propuesta; pero no fue hasta hace algunos pocos años, ya en formato blue-ray, en que me sedujo y cautivó por completo y sin reservas. Por otra parte, soy un entusiasta admirador del director Denis Villeneuve, de quien sólo he visto aciertos de todo género y planteamiento, un virguero de las imágenes y del montaje, un artista incontestable y evidente, lo mejor que me he encontrado en una sala de cine en lo que va de siglo. Es decir, que iba con ganas y sana curiosidad al cine, esperando encontrar un propuesta inédita y – sea cual fuera el camino elegido – llena de aciertos… pero nada más lejos de la realidad.Pero vayamos por partes, porque hay muchos aciertos pero también otros tantos deméritos dignos de mención. Entre lo positivo está la puesta en escena que recrea, prolonga y amplía la arrebatadora estética primigenia: esa llovizna casi constante, esa ausencia de horizonte, claridad y sol, ese opresivo presente de pesadilla que parece abocarnos al abismo, esa mezcolanza entre replicantes y humanos que vuelve confuso lo cotidiano y nos hace desconfiar tanto de lo que vemos como de lo que sentimos; una fotografía innovadora y sugerente, llena de claroscuros y contrastes, que nos engulle como un torbellino y nos escupe despojos hediondos a cada fotograma; una escenografía espeluznante que desdeña lo efímero y encumbra lo sintético y alambicado. El legado de JúpiterEs decir, en cuanto al universo visual nos hallamos ante una propuesta insólita, apabullante y portentosa, llena de matices y aciertos.Sin embargo, las flaquezas y deficiencias acaban por erigirse en las grandes protagonistas de la función. Un metraje tan desmesurado como innecesario (sobra casi toda una hora), alargando las escenas hasta la inanición y la abulia; una historia tan poco carismática y tan porfiadamente vaporosa que hacedesfallecer el ánimo y obliga a esperar a que la próxima escena rescate del tedio al espectador y haga avanzar la trama hacia algún lugar digno de interés, cayendo siempre en subrayados innecesarios y en tópicos previsibles, ahogando toda ambigüedad y anulando cualquier estímulo. La calma y el reposo casan mal con una supuesta cinta de acción, por muy ensimismada y reflexiva que pretenda ser. Y las cavilaciones sobre la vida, la muerte, los milagros de la existencia y la magia de la procreación resultan tan patosas como primitivas, tan superficiales como chirriantes.Hay algunas escenas aisladas que descuellan y deslumbran, dignas de perdurar en la memoria cinéfila (como, entro otras, ese baile erótico que sobrepone a dos personajes en abigarrado aquelarre de lo imposible o ese ‘nacimiento’ brusco y sin remilgos de una replicante abocada a su exterminio), pero son momentos inconexos y solitarios, que impresionan por su esplendor y singularidad, pero desentonan por carecer de engarce y coherencia. El legado de Júpiter
El origen de las carreras de dragones. , es un cortometraje que describe cómo se inventaron las carreras de dragones. Hipo y todos sus amigos de la academia del dragón discuten sobre quien lo inventó realmente. DragonesCritica:Por una parte, soy un tardío fan de la cinta original. En 1983 me pareció un pestiño (era un adolescente abducido por ‘La guerra de las galaxias’); en 1992, en mi opinión, el montaje del director mejoraba (y mucho) la propuesta; pero no fue hasta hace algunos pocos años, ya en formato blue-ray, en que me sedujo y cautivó por completo y sin reservas. Por otra parte, soy un entusiasta admirador del director Denis Villeneuve, de quien sólo he visto aciertos de todo género y planteamiento, un virguero de las imágenes y del montaje, un artista incontestable y evidente, lo mejor que me he encontrado en una sala de cine en lo que va de siglo. Es decir, que iba con ganas y sana curiosidad al cine, esperando encontrar un propuesta inédita y – sea cual fuera el camino elegido – llena de aciertos… pero nada más lejos de la realidad.Pero vayamos por partes, porque hay muchos aciertos pero también otros tantos deméritos dignos de mención. Entre lo positivo está la puesta en escena que recrea, prolonga y amplía la arrebatadora estética primigenia: esa llovizna casi constante, esa ausencia de horizonte, claridad y sol, ese opresivo presente de pesadilla que parece abocarnos al abismo, esa mezcolanza entre replicantes y humanos que vuelve confuso lo cotidiano y nos hace desconfiar tanto de lo que vemos como de lo que sentimos; una fotografía innovadora y sugerente, llena de claroscuros y contrastes, que nos engulle como un torbellino y nos escupe despojos hediondos a cada fotograma; una escenografía espeluznante que desdeña lo efímero y encumbra lo sintético y alambicado. DragonesEs decir, en cuanto al universo visual nos hallamos ante una propuesta insólita, apabullante y portentosa, llena de matices y aciertos.Sin embargo, las flaquezas y deficiencias acaban por erigirse en las grandes protagonistas de la función. Un metraje tan desmesurado como innecesario (sobra casi toda una hora), alargando las escenas hasta la inanición y la abulia; una historia tan poco carismática y tan porfiadamente vaporosa que hacedesfallecer el ánimo y obliga a esperar a que la próxima escena rescate del tedio al espectador y haga avanzar la trama hacia algún lugar digno de interés, cayendo siempre en subrayados innecesarios y en tópicos previsibles, ahogando toda ambigüedad y anulando cualquier estímulo. La calma y el reposo casan mal con una supuesta cinta de acción, por muy ensimismada y reflexiva que pretenda ser. Y las cavilaciones sobre la vida, la muerte, los milagros de la existencia y la magia de la procreación resultan tan patosas como primitivas, tan superficiales como chirriantes.Hay algunas escenas aisladas que descuellan y deslumbran, dignas de perdurar en la memoria cinéfila (como, entro otras, ese baile erótico que sobrepone a dos personajes en abigarrado aquelarre de lo imposible o ese ‘nacimiento’ brusco y sin remilgos de una replicante abocada a su exterminio), pero son momentos inconexos y solitarios, que impresionan por su esplendor y singularidad, pero desentonan por carecer de engarce y coherencia. Dragones
Verano de 1976. Bea (Alicia Falcó) tiene 16 años y se suma a los aires de cambio que recorren el país; colabora con un grupo de mujeres para visibilizar la causa feminista y lograr la aprobación del derecho al aborto. La rebeldía que siente en la sangre se mezclará con un sentimiento inesperado que trastocará su mundo interior. A lo largo de estos meses, Bea entablará una amistad muy especial con Miren (Elena Tarrats), una chica algo mayor que ella y de buena familia. Su compromiso político y su relación con Miren convertirán ese verano en una etapa que marcará un antes y un después en su vida. Las buenas compañíasCritica: El contenido con el que Munt desarrolla su nueva película es potente. No hay muchos contenidos audiovisuales que traten la llegada de la democracia desde un punto de vista feminista. Sin embargo, podría haberse trabajado de una forma más loable.Por un lado, el enclave geográfico vasco podría ayudar mucho a dar una estética tanto paisajística como industrial. Desgraciadamente, la localización está desaprovechada. Se exceptúan algunos momentos en el desenlace u otras escenas específicas. La película fue rodada en la provincia de Guipuzkoa, pero la sensación es que podría haberse escogido como set cualquier otra región de la península. La ambientación resulta indiferente al espectador y no aporta ningún elemento identitario.Como intérprete revelación en un gran proyecto, Falcó ejecuta un trabajo digno. Poseía una segunda labor aún más difícil, que es transmitir los sentimientos de una chica en plena juventud con ganas de cambiar la opresora sociedad en la que vive.. Sin embargo, el problema con su figura proviene del propio guion. Las oportunidades que podría otorgar un correcto desarrollo de su carácter eran múltiples, pero nunca llegan a salir a flote. Hay un constante sentimiento de quiero y no puedo. Algo trascendental parece que le va a suceder que ayudará a proporcionar una nueva perspectiva a la sinopsis. Tristemente no llega a acontecer. Las buenas compañíasDe cualquier forma, peor salida tiene su compañera de escena, Tarrats. No se comprende su propósito en el conflicto de la cinta. Por desgracia, aporta mucha más confusión que certeza. Tiene una situación vital muy turbia, pero no se razona el porqué de su actitud. Sin duda alguna, la interpretación más reseñable es la de Nagore Cenizo en la piel de Asun. Muestra su faceta de insumisa frente a todos de la forma más real posible.La obra tiene un desarrollo correcto, pero peca de ser excesivamente plano. La idea inicial era buena, pero por como está planificada, da para un mediometraje. Los últimos 20 minutos, donde eclosiona el drama principal, son insulsos e, incluso, innecesarios. Para más inri, se añade un argumento pseudoamoroso que ni siente ni padece ni consigue emocionar a los que están delante de la pantalla.Se nota que Las buenas compañías tiene unas loables intenciones. De hecho, se puede apreciar que está amasada con un cariño especial. Lamentablemente, no alcanza a poder considerarse un trabajo memorable. Todos los elementos estaban sobre la mesa y se ejecutan correctamente. Falta un potenciador para que obrasen sobresalientemente. Las buenas compañías
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