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Barry Allen despierta en una realidad alternativa, donde descubre que ningun héroe de la Liga de la Justicia existe, a excepción de Batman, Aquaman y Wonder Woman; estos dos últimos tienen una enorme guerra, incluso los Atlantes de Aquaman inundaron Europa y las Amazonas conquistaron Inglaterra.
Tres historias diferentes cobran vida en esta secuela de la exitosa aventura de Disney. Explorer Milo Thatch, su nuevo amor, la reina Kida, y el resto del equipo se están preparando para reconstruir la ciudad submarina. Pero el problema surge. Aprovechando el poder del cristal de la Atlántida, los aventureros se dispusieron a defender su reino contra las fuerzas oscuras que amenazan con la arena, el mar y la nieve.
París 2020. Mientras los superhéroes se han asimilado a la sociedad parisina, descubren una nueva droga que les otorga superpoderes personales a meros mortales. Los tenientes Moreau y Schaltzmann están investigando el caso con el apoyo de dos ex superhéroes, Montecarlo y Calista. Harán lo que sea necesario para desmantelar el tráfico. Pero el pasado de Moreau resurge y la investigación se vuelve más complicada. Cómo me convertí en superhéroe CriticaSi algo debe tener una película de superhéroes, además de un guion solvente y de unos efectos visuales convincentes, es un héroe y un malvado con personalidad propia, de esos que se recuerden, al menos, un tiempo después de acabar la película.Y “Cómo me convertí en superhéroe” no los tiene. Porque el héroe, durante gran parte de la trama, es anónimo y no tiene intención de sacar lo mejor de sí mismo. Para cuando decide demostrar lo que vale, se podría decir que otros han hecho su trabajo; y en cuanto al malvado, es un personaje diseñado sin ganas, sin el carisma que merece.La película tiene una trama poco original, ambientada en una sociedad que ha dado normalidad a las personas con poderes. Bajo esta premisa, el guion no necesita esconderlos entre la multitud, y así puede desarrollar otras premisas, como la necesidad de algunos jóvenes de probar los poderes con una sustancia de contrabando. Esa curiosidad, esa necesidad de tener lo que no se tiene podría haber sido un argumento interesante sobre la que reflexionar.Sin embargo, la historia se limita a ser una película de acción del montón, de esas que se ven y casi se olvidan inmediatamente. Muy lejos de las entregas de Marvel tanto en ambición como en factura, “Cómo me convertí en superhéroe” recurre a un tono cómico desenfadado para una historia sencilla en la que una pareja de policías investiga el caso. Como si fuese una buddy movie entre colegas, las tensiones entre ambos compañeros son parte importante de la trama, con altibajos y complicidad a partes iguales.En general, el conjunto funciona aunque sea a medio gas, especialmente durante sus dos primeros tercios. Es en el tercero, ese difícil momento en el que cerrar las tramas, en donde la película echa el falta algo más de presupuesto para su conclusión a la altura. Pero en este tipo de películas está claro que la ambición es la que es… y el presupuesto también. Cómo me convertí en superhéroe
Jake llega a la Universidad de Texas en su deportivo, con las ventanillas bajadas y la música a todo volumen. Quedan sólo unos días para que arranque el curso, pero piensa aprovecharlos conociendo chicas, yendo a fiestas y haciendo amigos. Secuela espiritual de Dazed and Confused, ambientada en los años 80. Los protagonistas, un grupo de jugadores de béisbol a punto de ingresar en la Universidad, son conscientes de que las obligaciones de la edad adulta son ya ineludibles. Everybody Wants Some!! algoCritica:Personalmente siempre he admirado algo en particular del cine de Richard Linklater, un tipo nada propenso a lucirse con planos espectaculares y en cuyos guiones parece que todo dios habla demasiado, y es lo sumamente fácil que resulta identificarse con alguno de los personajes, y la tremenda facilidad para desprender humanidad y sencillez por parte de todo el mundo. También es cierto que en todas sus películas hay momentos en los que no puedo evitar abstraerme un poco o divagar de lo que me cuentan en pantalla, pero es algo normal en un cine tan repleto de diálogos, que es difícil interesarse por absolutamente todos. algoEn esta película Linklater ha querido alejarse de complejas relaciones amorosas que perduran durante dos décadas o de dotar de inmensa complejidad al protagonista. Un chaval que va a la universidad a jugar al béisbol en un coche sumamente grande, con pantalones sumamente estrechos y el pelo sumamente largo. Para quien haya nacido en Estados Unidos en los años 60 y fuera a la uni en los 80 supongo yo que esta película será nostalgia pura. Para mí que nací un poco más tarde y un poco más lejos, sigue siendo una mirada al pasado muy satisfactoria, sin pretensiones, de manos de un grupo de actores desconocidos y de gran talento. No hay una historia compleja que contar, sólo los días previos al inicio de un curso universitario de una generación de chavales muy afortunados. algoTodo tiene un ritmo adecuado, un ambiente magnificamente concebido. Es ligero, me hace sonreír, me divierto con esos tíos tan charlatanes y conscientes de que lo mejor que pueden hacer es beber cerveza, liarse con chicas y tomarse mucho el pelo. No nos quieren contar nada más, ese es el asunto. En un Hollywood actual en el que para ser reconocido tienes que pelarte de frío en la tundra suramericana o interpretar a algún transexual pionero, Richard Linklater nos permite respirar un poco de buen rollo, de historias sin alardes ni pretensiones de grandeza. Algo que yo agradezco y disfruto. Un disco de Pink Floyd y un canuto, eso es lo que ha dejado. No hay miedo. algo
Kenshin Himura (Takeru Sato) es un famoso samurái conocido por su destreza con la katana y su frialdad a la hora de matar. En el pasado estuvo al servicio de los Ishin Shishi, un grupo de patriotas que luchaban para devolver el poder al Emperador, librando cientos de batallas y cobrándose muchas vidas. Pero tras terminar todos los enfrentamientos, jura no volver a matar y decide pasar al anonimato para dedicarse a viajar por el país como un vagabundo ayudando a quien lo necesite, como penitencia por todas las muertes que provocó. Diez años después, en 1878, Kenshin llega a Tokio donde conoce a Kaoru (Emi Takei), quien le invita a quedarse en su dojo hasta que decida volver a vagabundear. Sin embargo, el pasado que Kenshin intentó dejar atrás pronto volverá para cobrarse venganza contra él. Adaptación del manga de Nobuhiro Watsuki.
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