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Dan Burns (Steve Carrel) es un reputado columnista en un periódico en el que ofrece consejos para la vida diaria. Paradójicamente, su propia vida es un caos: viudo y con tres hijas, es incapaz de establecer una relación, y vive del recuerdo de su esposa fallecida y dedicado por completo a sus niñas. Todo empieza a cambiar cuando, durante una reunión familiar, conoce a Marie (Juliette Binoche), la nueva novia de su hermano menor, Mitch (Dan Cook).
Eddie Krumble es un hombre relativamente feliz. Su trabajo consiste en aplaudir como público de programas de televisión y sitcoms. Pero un día las tornas giran y Eddie aparece delante de las cámaras en un talk show, logrando que sus 15 minutos de fama le den una vuelta completa a su vida: pierde su trabajo y su relación en ciernes con Judy, la joven de la que está enamorado. The Clapper EspectadorCritica:Por una parte, soy un tardío fan de la cinta original. En 1983 me pareció un pestiño (era un adolescente abducido por ‘La guerra de las galaxias’); en 1992, en mi opinión, el montaje del director mejoraba (y mucho) la propuesta; pero no fue hasta hace algunos pocos años, ya en formato blue-ray, en que me sedujo y cautivó por completo y sin reservas. Por otra parte, soy un entusiasta admirador del director Denis Villeneuve, de quien sólo he visto aciertos de todo género y planteamiento, un virguero de las imágenes y del montaje, un artista incontestable y evidente, lo mejor que me he encontrado en una sala de cine en lo que va de siglo. Es decir, que iba con ganas y sana curiosidad al cine, esperando encontrar un propuesta inédita y – sea cual fuera el camino elegido – llena de aciertos… pero nada más lejos de la realidad.Pero vayamos por partes, porque hay muchos aciertos pero también otros tantos deméritos dignos de mención. Entre lo positivo está la puesta en escena que recrea, prolonga y amplía la arrebatadora estética primigenia: esa llovizna casi constante, esa ausencia de horizonte, claridad y sol, ese opresivo presente de pesadilla que parece abocarnos al abismo, esa mezcolanza entre replicantes y humanos que vuelve confuso lo cotidiano y nos hace desconfiar tanto de lo que vemos como de lo que sentimos; una fotografía innovadora y sugerente, llena de claroscuros y contrastes, que nos engulle como un torbellino y nos escupe despojos hediondos a cada fotograma; una escenografía espeluznante que desdeña lo efímero y encumbra lo sintético y alambicado. Es decir, en cuanto al universo visual nos hallamos ante una propuesta insólita, apabullante y portentosa, llena de matices y aciertos.Sin embargo, las flaquezas y deficiencias acaban por erigirse en las grandes protagonistas de la función. EspectadorUn metraje tan desmesurado como innecesario (sobra casi toda una hora), alargando las escenas hasta la inanición y la abulia; una historia tan poco carismática y tan porfiadamente vaporosa que hacedesfallecer el ánimo y obliga a esperar a que la próxima escena rescate del tedio al espectador y haga avanzar la trama hacia algún lugar digno de interés, cayendo siempre en subrayados innecesarios y en tópicos previsibles, ahogando toda ambigüedad y anulando cualquier estímulo. La calma y el reposo casan mal con una supuesta cinta de acción, por muy ensimismada y reflexiva que pretenda ser. Y las cavilaciones sobre la vida, la muerte, los milagros de la existencia y la magia de la procreación resultan tan patosas como primitivas, tan superficiales como chirriantes.Hay algunas escenas aisladas que descuellan y deslumbran, dignas de perdurar en la memoria cinéfila (como, entro otras, ese baile erótico que sobrepone a dos personajes en abigarrado aquelarre de lo imposible o ese ‘nacimiento’ brusco y sin remilgos de una replicante abocada a su exterminio), pero son momentos inconexos y solitarios, que impresionan por su esplendor y singularidad, pero desentonan por carecer de engarce y coherencia. Espectador
RJ, un mapache solitario, se ha metido en un problema muy grave al intentar robar el alimento de Vincent, un oso de cáracter antipático. Pues este ahora le manda, amenazándolo, a que se lo devuelva todo, en tan sólo una semana. De este modo, yendo en busca de los alimentos, se topa con un grupo de animales, que tras despertar de la hibernación, se hallan con un seto sin fin y al otro lado un mundo aparentemente hostil.
Tras perder su trabajo y terminar con su relación disfuncional, Olive (Crew) decide abandonar la ciudad para pasar unos días de tranquilidad en el campo. Para ello alquila una casa rural un tanto excéntrica y muy ornamentada de un señor que se hace llamar Harvey (Patrick), un viudo que trata de ocultar por todos los medios sus tendencias psicópatas.
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