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Ben Campbell (Jim Sturgess), un tímido y brillante estudiante del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), recurre a los naipes para poder pagar la matrícula de la universidad. Se le presenta, además, la oportunidad de unirse a un grupo de estudiantes que viajan a Las Vegas para jugar al blackjack. Bajo la dirección del poco ortodoxo profesor de matemáticas y genio de la estadística Micky Rosa (Kevin Spacey), han conseguido descifrar el código del éxito, mediante el conteo de cartas.
Frank Slade (Al Pacino) es un malhumorado Coronel en la reserva del ejército norteamericano, retirado pues sufre de ceguera. Durante el fin de semana de Acción de Gracias el joven estudiante Charlie Simms (Chris O'Donnell), contratado por la familia de Slade, se queda en su casa para servirle de lazarillo y procurar que no beba mucho. Pero Frank tiene otros planes: irse a la gran ciudad de Nueva York...
Cuando Alessandra y Emilio se mudan a la ciudad dejando solos a sus padres Carlo y Anna, la vida cambia para todos. En unos meses, los hijos se olvidan de sus padres: algunas llamadas telefónicas, cumpleaños perdidos, funerales perdidos. Pero la gota que colmó el vaso para estos padres es saber que sus hijos no estarán presentes en Navidad. La pareja enfadada y desesperada hace un último esfuerzo: pretenden haber heredado seis millones de euros de una tía anciana. Dinero para comprar afecto.....La familia tiene un precioCritica: llena de claroscuros y contrastes, que nos engulle como un torbellino y nos escupe despojos hediondos a cada fotograma; una escenografía espeluznante que desdeña lo efímero y encumbra lo sintético y alambicado. Es decir, en cuanto al universo visual nos hallamos ante una propuesta insólita, apabullante y portentosa, llena de matices y aciertos.Sin embargo, las flaquezas y deficiencias acaban por erigirse en las grandes protagonistas de la función. Un metraje tan desmesurado como innecesario (sobra casi toda una hora), alargando las escenas hasta la inanición y la abulia; una historia tan poco carismática y tan porfiadamente vaporosa que hacedesfallecer el ánimo y obliga a esperar a que la próxima escena rescate del tedio al espectador y haga avanzar la trama hacia algún lugar digno de interés, cayendo siempre en subrayados innecesarios y en tópicos previsibles, ahogando toda ambigüedad y anulando cualquier estímulo. La calma y el reposo casan mal con una supuesta cinta de acción, por muy ensimismada y reflexiva que pretenda ser. Y las cavilaciones sobre la vida, la muerte, los milagros de la existencia y la magia de la procreación resultan tan patosas como primitivas, tan superficiales como chirriantes.Hay algunas escenas aisladas que descuellan y deslumbran, dignas de perdurar en la memoria cinéfila (como, entro otras, ese baile erótico que sobrepone a dos personajes en abigarrado aquelarre de lo imposible o ese ‘nacimiento’ brusco y sin remilgos de una replicante abocada a su exterminio), pero son momentos inconexos y solitarios, que impresionan por su esplendor y singularidad, pero desentonan por carecer de engarce y coherencia.... La familia tiene un precio
En plena crisis de los cuarenta, un peculiar grupo de hombres decide formar el primer equipo nacional de natación sincronizada masculino. Desafiando estereotipos e ignorando la incomprensión de los que les rodean, se sumergen en una insólita aventura que les llevará a hacer frente a las dificultades y a sacar lo mejor de si mismos gracias a la ilusión y el trabajo en equipo.
Es la historia de Pedro (Mauricio Ochmann), un soltero cuarentón que le gusta la fiesta no tiene hijos y vive de noche. Todo cambia cuando conoce a Aline (Fionna Palomo). Ella le menciona que está buscando a su papá y que hay una alta probabilidad de que sea él. Esto cambiará la vida a Pedro quien tendrá que asumir su edad y nuevas responsabilidades...¡Qué despadre!Critica: una escenografía espeluznante que desdeña lo efímero y encumbra lo sintético y alambicado. Esir, en cuanto al universo visual nos hallamos ante una propuesta insólita, apabullante y portentosa, llena de matices y aciertos.Sin embargo, las flaquezas y deficiencias acaban por erigirse en las grandes protagonistas de la función. Un metraje tan desmesurado como innecesario (sobra casi toda una hora), alargando las escenas hasta la inanición y la abulia; una historia tan poco carismática y tan porfiadamente vaporosa que hacedesfallecer el ánimo y obliga a esperar a que la próxima escena rescate del tedio al espectador y haga avanzar la trama hacia algún lugar digno de interés, cayendo siempre en subrayados innecesarios y en tópicos previsibles, ahogando toda ambigüedad y anulando cualquier estímulo. La calma y el reposo casan mal con una supuesta cinta de acción, por muy ensimismada y reflexiva que pretenda ser. Y las cavilaciones sobre la vida, la muerte, los milagros de la existencia y la magia de la procreación resultan tan patosas como primitivas, tan superficiales como chirriantes.Hay algunas escenas aisladas que descuellan y deslumbran, dignas de perdurar en la memoria cinéfila (como, entro otras, ese baile erótico que sobrepone a dos personajes en abigarrado aquelarre de lo imposible o ese ‘nacimiento’ brusco y sin remilgos de una replicante abocada a su exterminio), pero son momentos inconexos y solitarios, que impresionan por su esplendor y singularidad, pero desentonan por carecer de engarce y coherencia.... ¡Qué despadre!
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